jueves, 10 de marzo de 2016

La noche protegida


Es reciente.

Un búho llegó a los lindes de la casa y desde hace un tiempo se lo oye y adivina. En un palo borracho que abraza la cueva, con ramas que cruzan el cerco del fondo del terreno, parece que ha hecho habitación. Esas ramas, y otras de otros árboles, cubren la cueva por arriba y le dan un aire boscoso al refugio. He sentido varias veces que el búho cruza el jardín desde allí en dirección al este cuando por las noches voy hacia mis papeles o vengo de ellos. O se espanta, con toda razón, o va a cubrir otro puesto de vigilancia nocturna.

Una tapia que corre de noroeste al sudeste, todo a lo largo de la propiedad, es desde hace poco la ruta de una comadreja (tal vez dos, según parece y dicen con asco algunas mujeres de la casa). Recostadas sobre la pared están las vidas vegetales: salvias, margaritas y jazmines de vario tipo, achiras, aloes, agapantos y laureles y hasta estribaciones del tala, que desde sus lugares van cubriendo los ladrillos. Ladina, la comadreja tiene tantos subterfugios mientras la noche es oscura, y siempre en las alturas, nunca bajando al llano del jardín, recorriendo su ruta. Supe que, entre otras cosas, busca huevos en los nidos de palomas y otros pájaros que se cobijan en la maraña espinosa del tala.

Desde la medianoche hasta la madrugada, más de una vez he oído al búho centinela y su silbido ronco, como si advirtiera mi presencia o nada más diera la novedad de que está en su puesto.

Mientras, la comadreja trata de silenciar su paso y, creo, teme. Sólo algunas pocas veces se ha visto su silueta deforme y veloz recortada contra el cielo nocturno, apenas con alguna luz difusa de alguna parte, que la delata. Las noches de luna llena son enteramente del búho y la muy astuta calla y se aquieta.

Ya hace algunas noches que llegué a advertir que la presencia del búho, y en particular su vuelo ruidoso y disparado como una flecha, amilana a la comadreja.

No está claro que el búho pudiera algo contra la escurridiza y artera. Pero, o ella no lo sabe o yo no lo sé. El caso es que se guarda cuando él aparece.


Como signo no está mal.


En la noche de las cosas, en las oscuridades sinuosas, allí por donde transitan las comadrejas ávidas -quién sabe de cuáles cosas-, parece que un búho protector -quién sabe de cuáles cosas- tiene que haber.