domingo, 26 de agosto de 2012

Las palabras cuentan

Las palabras cuentan siempre y no es esta bitácora la que va a desentrañar ese nudo ahora. Y no es así porque lo diga Aragón, aunque es oportuno recordar que también él lo dijo.

Solamente dos cosas apuntaría, mirando y considerando lo que dicen los dos artículos suyos que dejo más abajo.

Una es que las palabras no solamente dicen algo. También hablan por nosotros, aunque parezca una perogrullada: hablan de nosotros, que es lo que quiero decir. Somos nosotros hablando y diciéndonos. Y, a veces (no frecuentemente, pero, a veces...), hay alguien que oye. Oye lo que estamos diciendo. Pero, también, nos oye a nosotros. Con suerte, conocerá algo acerca de lo que estamos diciendo. Pero también nos daremos a conocer y seremos conocidos, y la mayor parte de las veces ni nos damos cuenta de ello. Así como hay veces en las que somos tan transparentes que ni siquiera el silencio es capaz de ocultarnos lo suficiente, también hay un modo de ser deshonesto que solamente se hace evidente cuando abrimos la boca y sale a la luz con nuestras palabras en tropel quiénes somos en realidad y hasta quién hemos estado tratando de hacer creer que somos. Terrible y penosa cosa es.

Así, en lo que a las cosas que decimos se refiere, a veces, para bien o para mal, la opinión que otros tienen de nosotros no solamente viene del contenido inmediato de nuestras palabras (aquello de lo que estamos hablando) sino del contenido mediato (lo que esas palabras que decimos dicen de nosotros). Tanto si decimos la verdad como si (no para nosotros solamente, sino también para quien oye) es evidente que no estamos diciendo la verdad.

La otra cuestión es acerca de los juegos con las palabras, de los que la poesía, en particular pero no exclusivamente, hace gala. Son una gran tentación. Y son hasta cierto punto inofensivos. Salvo cuando no es solamente con las palabras con lo que estamos jugando. Terrible y penosa cosa es esto también.

Queda aquí Volvamos a José Hernández en la que el autor hace alusión a una anterior con la que todavía no di, pero que prometo buscar hasta dar con ella. Oír que la palabra es más importante que la política, me recuerda, más que estos tiempos -y tantos otros...-, la cantidad de personas que conozco que creen que es al revés y por eso mismo se sienten justificados cuando entienden que la política tiene permiso para mentir, de las maneras más extrañas y sofisticadas y hasta las maneras dizque bien intencionadas que la mentira tiene cuando se trata de política.

Y también El último cumpleaños de Luis Cané, que, qué quiere que le diga, además de otras cosas, es refrescante.