miércoles, 23 de agosto de 2006

Eternidad a diario

Un poco más de S. Kierkegaard, de su Diario que ya cité, ahora del período 1841-1842.
Constituye un punto de partida positivo para la filosofía el de Aristóteles cuando dice que la filosofía comienza con el asombro, y no como en nuestros tiempos con la duda. En general el mundo debe aprender aún que no aprovecha comenzar por lo negativo, y si hasta ahora el método no ha fracasado se debe a que no se ha encarado lo absolutamente negativo, y de este modo, tampoco se ha llevado a cabo en forma seria lo que se pretendía hacer. Su duda es pura coquetería.
Tiene razón: eso que la modernidad llama la modernidad será una verdadera y completa revolución -como pretende ser- cuando se deje de 'negociar' sus ideas y sus sensaciones. Que las lleve a las últimas consecuencias y después que se las arregle. Me parece que se le teme a la catástrofe. Pero eso, creo, es por desprecio de la eucatástrofe. Me acuerdo ahora de que, en un sermón, hace poco, el sacerdote parecía sostener esta curiosa idea: los cristianos tenemos la esperanza porque no somos pesimistas.
Muchos sienten gran temor de la eternidad -pero cuando se logre hacer frente al tiempo, será posible sojuzgarla. Tan cierto es que el juramento cambiado entre amantes de amarse por toda la eternidad es un poquillo menos grave que un compromiso para el tiempo presente; pues aquél que promete para la eternidad, puede responder en todo caso: "¡Dispénsame por ahora!..."
Y tan así es (y tan poco sólida es la doctrina de nuestro buen sacerdote respecto de la razón del 'pesimismo' y la razón de la esperanza del cristiano...) que solamente a la luz (y al amparo de la noción y de la sensación) de la eternidad el tiempo tiene algún sentido.
Te lamentas porque muchas de tus esperanzas han sido defraudadas, porque ninguno de tus ardientes deseos se ha realizado. Tan pobre eres que has perdido hasta la voluntad y el coraje de esperar; no queremos negarlo; débase a que todos tenemos muchos necios espejismos, débase a que el Señor nos enseña a esperar que no todo nos será concedido. Pero existe una esperanza que no puede verse defraudada: porque esperas la resurrección de los muertos, que para ti representa la nostalgia de reunirte con tus seres queridos; la nostalgia que te hace esperar que algún día verás transfigurada tu vida en Dios; aguardas que Dios quiera lo mejor, porque tu vida no ha terminado aún y tú no conoces "ni el día ni la hora". (Mateo, 25, 13.)
Explicar el cristianismo siempre parece posible, en ciertos términos. Y a veces puede y hasta debe hacerse. Aunque nos hemos acostumbrado tanto a explicar el cristianismo y no a tanto a nosotros mismos. En realidad, es comprensible: nos apoyamos en lo más seguro, en lo que admite -a nuestros ojos- una plasticidad que nosotros no tenemos. En 1842-1844, K. advierte:
La tarea no consiste, como cree la humana estupidez, en justificar al cristianismo ante los hombres sino en justificarse a sí mismo ante el cristianismo.
Y una más:
Otro motivo de risa (una buena presa para el ironista) sería decir, por ejemplo, que un rey ha "introducido" al cristiansimo en su reino, como si se tratara de la más preciada raza ovina. Por desgracia, el cristianismo es lo único que no permite ser introducido.