miércoles, 2 de agosto de 2006

Misterio

Lo apunto ahora, tal vez vuelva a esto. Pero hace falta el hombre del misterio. Hacen falta los hombres para el misterio. El misterio. No es una conveniencia, es una necesidad. Sin eso, no hay nada.

Ni cultura, ni religión, ni ciencia, ni poesía, ni patria, ni liturgia, ni política. Sin misterio, no hay mediación. Ni signo. Ni hombre, ni vida. Ni Dios.

Son un misterio los hombres para el misterio. Por qué aparecen. Por qué desaparecen.

Dividir el mundo en dos en todas las cosas y hacer de todo A vs. B. Así se disuelve todo. Y en primer lugar el misterio y la posibilidad de misterio.

No saber. No poder saber. No tener que saber. Ojalá dividiéramos para entender (no sé cómo podríamos, por otra parte): dividimos para destruir el misterio. No querer que nada nos sea ajeno, ni nos quede lejos u oculto.

Es lo que nos mata, nos desespera y nos rebela. Y nunca somos tan destructivos como cuando despreciamos el misterio.

Tal vez, lo primero que mandó Dios a Adán haya sido: guardarás el misterio.

Y, tal vez, la primera vez que Adán desobedeció, desobedeció ese mandato, cuando pensó: nada me será oculto ni lejos ni ajeno.