jueves, 5 de febrero de 2015

Misterio: el peligro argentino


Y entonces, un día, de pronto, ser argentino se volvió un oficio peligroso.

No sólo en la Argentina, que también y mucho; y por tantas razones, de un lado, del otro.

Pero en el entero mundo ser argentino se ha vuelto peligroso.

Y creo que el peligro mayor para un argentino -un argentino cualquiera, quiero decir- es el fracaso. Y el fracaso en un asunto peligroso.

Porque un argentino hoy está casi condenado a fracasar si tiene que ensayar las explicaciones imposibles que hay que dar por las cosas que la Argentina es capaz de protagonizar a través de algunos -¿muchos? ¿casi todos? ¿todos?- de sus hijos.

No: está mal.

No se dice así, tan neutralmente.

Parece imposible acertar con las explicaciones que habría que dar por la cantidad de desastres que un argentino puede poner por obra, la cantidad de confusiones que es capaz de generar, la cantidad de mentiras que puede decir, la cantidad de engaños que puede hacer, su terrible poder disolvente, corrosivo, vaciador, abrasivo, corruptor, destructor.

Y no en frivolidades y pavadas, que también y tanto.

Hablo del poder argentino en asuntos importantes, en cuestiones centrales para un hombre, para las naciones y para la entera humanidad. De la economía a la ciencia o a las leyes, de la política al deporte, desde la educación al hambre, de la guerra a la religión.

El protagonismo que los hijos de la Argentina han adquirido no tiene explicación fácil.

Solamente a un argentino -tal vez, sería justo decir a un porteño...- solamente a él se le ocurriría pensar, en sus inconmensurables y tópicas vanidades y petulancias, que es por derecho propio el centro del planeta y aun del universo. Y que su protagonismo cósmico es mera justicia al mérito.

Hay poderes muy poderosos en este mundo sublunar. Personas y fuerzas terriblemente poderosas en todo. Y capaces de desastres y malignidades terribles. Y en modo alguno son argentinos. Claro que no.

Y muchos de esos poderes poderosos pueden usar de los argentinos. Claro que sí.

Pero con todo y eso es verdad también que hay desastres que los hijos de la Argentina han puesto por obra -por pensamiento, palabra, obra u omisión- y que hoy alcanzan, ciertamente, dimensión cósmica.

Y es muy difícil poder explicar con acierto por qué: cómo llegan los hijos de la Argentina a semejante protagonismo histórico.

Es muy difícil. Y es muy peligroso no poder hacerlo. Peligroso para un argentino, por lo pronto.

Lo que el mundo diga de la Argentina y de sus hijos, importa nada. Y a mí, particularmente, no me importa. No ahora. Casi diría, no ya.

Pero sí me importa que un argentino no pueda explicar fácilmente la huella que los argentinos estamos dejando en la historia, no de la Argentina: del mundo.

Y me importa que haya un misterio difícil en que sea así y en que no se pueda explicar fácilmente por qué sea así.

La Argentina no es el hoy de la Argentina, claro que no.

La Argentina es y se justifica por personas y cosas más antiguas que cualquiera de las cosas y personas que hoy somos la Argentina y de la Argentina. Y por cosas y personas que han sido antes que la propia Argentina. Y hasta por migajas de cosas y jirones de personas que hoy mismo pisan esta patria. Todo eso es parte del misterio también.

Pero mucho de lo que la Argentina es, vive y representa hoy en el mundo, malgrado de lo que se quiera decir, es la Argentina.

Y es la Argentina no solamente en aquellos argentinos más visibles, notorios o ruidosos. También es la Argentina en las miríadas de otros argentinos ignotos, irrelevantes, que conviven con esa visibilidad, con esa notoriedad, con ese ruido argentino en el planeta.

Muchos argentinos padecen esa convivencia con dolor de patria (y con dolores mayores que el dolor de patria...); muchos son indiferentes, muchos angustiados, muchos furiosos, muchos escandalizados, muchos anestiados, confundidos, paralizados. Hasta contentos y complacidos hay, sí. Claro. Y hasta contentos y complacidos por razones opuestas y contradictorias.

Pero.

Lo cierto es que, en todo, en todos los asuntos graves y densos en este mundo (y no todos de este mundo...), hay hijos de la Argentina tocando y toqueteando la trama más honda de las cosas.


Y no se sabe bien por qué.


Yo no sé por qué.


Y creo que es peligroso.