sábado, 25 de abril de 2015

Bárbara Argentina




En la página 237 de Dulcinea y otros poemas (hecho en Madrid por las Ediciones Cultura Hispánica, en 1965), Braulio Anzoátegui incluye este poema.

Llanto de Bárbara de Blomberg por la muerte de Juan de Austria, su hijo

Las gaviotas
iban tirando navajazos alrededor de tus galeras.
Una hecatombe de gargantas rotas
promediaba de púrpura y de sangre las líquidas praderas.

Y en medio tú, alférez y almirante,
paje hasta ayer y dueño ya del día,
con la camisa abierta y un pie adelante,
como sonriendo contigo mismo de tu bastardía.

¡Ay mi niño perdido!
¡Ay mi niño!

En medio tú. Y los altos arcángeles decorándote un cielo
levantado de garzas.
Tú entre olas y alas. Y en tu corazón doncel la gracia y el anhelo
de ser como un pañuelo en despedida entre un incendio de zarzas.

Perceval te vertía en el oído
Dios sabe qué mensaje
de rondas infantiles. Y en el fragor de la batalla resplandecías como un niño perdido,
almirante de hoy, hasta ayer paje.

¡Ay mi niño perdido!
¡Ay mi niño!


Es una gentileza de Anzoátegui, creo, titular a la Madama Bárbara como de Blomberg, porque en rigor no era de, por burguesa.

Pero si es una gentileza, es una gentileza pareja a la de su hijo de ella, mi querido Don Juan, que tuvo varias, por más que hoy sus cuidados y atenciones a su madre resabian algo ásperos al paladar nuestro, pero eso por culpa nuestra y no de Don Juan, lo bien que hizo.


Vayamos al principio.

El dizque algo triste y cuitado por entonces Carlos emperador, andaba por Ratisbona en asuntos del imperio. Había enviudado de Doña Isabel de Portugal en 1539, que murió precisamente cuando paría a un niño que se llamó Juan y no sobrevivió a su nacimiento.

Un año antes, en 1538, había muerto apenas con un año de vida otro hijo suyo legítimo también llamado Juan de Austria; en 1535, había nacido a su vez una Juana de Austria que alcanzó a vivir hasta los 33 años.

También entre los hijos extramatrimoniales -de los varios que tuvo- hay una Juana de Austria, nacida en 1522 de madre innominada para la historia, por ahora.

Finalmente, claro, ya viudo de la bella Isabel, apareció en aquella estadía en Alemania que dije la jovencita pispireta de 19 años, dicharachera, bonita, cantante y riente, que tuvo sus amoríos con Carlos en 1546 y parió al insigne Don Juan al año siguiente, el último de los hijos de Carlos, que se sepa, así como su hermanastro Felipe había sido, que se sepa, el primero.

La historia de Jeromín ya está dicha y escrita. Y de cómo de bastardo secreto para algunos e ignoto para casi todos pasó Don Juan a insigne modelo -quizás hasta del mismísimo Quijano el bueno de La Mancha-, eso es asunto también conocido.

Menos sabido o menos recordado es el caso gentil que mentaba antes.

Bárbara casó en 1550 con quien era custodio del niño Juan y vivió en Bruselas. Le dio un hijo por descendencia y enviudó de él pasados unos 20 años. Y es así que el tal Jeronymus le prestó nombre al hijo de Bárbara y Carlos, hay que decirlo, así como en los primeros años de algún modo veló su origen. Juan vivió más bien lejos de su madre natural y fue criado en España por quienes Carlos dispuso a su mejor entender. De su niño algunas noticias Bárbara tenía porque, entre otras cosas, en atención a sus amoríos reales tenía algún lugar en alguna corte subsidiaria.

Poco antes de Lepanto, viuda ya, la bonita Bárbara, con algo más de 40 años, se zambulló por completo en una vida agitada que con el tiempo fue más que comidilla, escándalo.

Para entonces, Juan ya había sido reconocido como hijo del emperador y hacía de las suyas, que eran mejores que las de su madre, hasta llegar a ser el Almirante y la insignia mayor de aquella armada que vapuleó al turco en las costas orientales del Mediterráneo en 1571. Poco después, y hasta su muerte en 1578, penó en una tarea de gobierno que no era lo suyo, aunque también allí hizo de alguna manera de las suyas. Y lo bien que hizo, digo yo.

Pero antes de morir, el estruendo de los escándalos de su madre se le hizo a Juan ensordecedor.

¿Y qué hizo Don Juan?

La mandó buscar y (aunque con algún subterfugio) la metió en un convento, gentilmente.

Eso fue en 1577. Pero, todavía  joven él, Don Juan murió al poco tiempo y Bárbara pasó del convento de Valladolid a una vida laica aunque bastante recoleta y pacífica, hasta que partió de este mundo unos 20 años después, en la cántabra Ambrosero, de Bárcena de Cicero, villa que hoy por hoy no tiene más que 200 habitantes, y eso si acaso, y según dicen.


Una real gentileza he dicho y eso creo que fue, ciertamente.



Visto lo cual, y por una vía que no me pregunten cuál es, me pareció que el asunto bien podría aplicarse a mi Argentina y dirán algunos que caprichosa o incomprensiblemente.



Pero eso lo dejo para la próxima.