miércoles, 25 de marzo de 2015

En Toledo la buena, essa villa real




Cada 25 de marzo, desde hace muchos años, recuerdo a san Ildefonso. Y el responsable de ese recuerdo es don Gonzalo de Berceo que lo pone a la cabeza de sus Milagros de Nuestra Señora, que son 25 con más una sabrosa Introducción en la que se aprende no poco de poesía, tipología y metáforas. De entre todos los 25, siempre fue mi preferido el del santo toledano.

Ildefonso vivió unos 60 años en el siglo VII español y es un gran hombre, con lo cual dio un gran santo.

Hay que conocerlo o recordarlo más. No hay desperdicio en su vida y en sus obras y no pocos le atribuyen haber dado inicio al fervor mariano que recorre todos aquellos siglos medievales.

Precisamente, en la noche del 18 de diciembre del año 665, ya arzobispo de essa villa real, fue a rezar a la Virgen con sus monjes y frailes. Y fue una semana antes de la Navidad porque entendía que la Anunciación debía estar cerca del Nacimiento y no en tiempo en que Iglesia hace penitencia, como es la Cuaresma. Para poner por obra el asunto, cambió la fecha de la fiesta y en eso estaba esa noche.

Allí es donde, dicen las Actas, apareció la Virgen, sentada en su misma cátedra episcopal, toda  esplendente de luz junto a otras santas vírgenes, y le entregó a Ildefonso una casulla milagrosa que Cristo le enviaba a través de su Madre, homenaje al que Ella se sumaba honrada y gustosa porque Ildefonso había hecho por Ella grandes servicios, además de realzar la fiesta de la Anunciación, como defender como caballero su título de Virgen.

El relato del monje madrileño, naturalizado como riojano, es tan tierno como terrible, y así lo verá quien lea lo que aquí dejo.

Pero la figura de Ildefonso no sufre por eso. Al contrario. Si acaso, Berceo pone al reemplazante de Ildefonso como una figura simbólicamente contrastante de lo que significa la fe en quienes no la tienen, la desprecian y la usan frívolamente, por más prelado que fuere uno y de alto coturno.

Ambas cosas, la devoción a la Virgen y este último asunto, son siempre actuales, aunque por razones distintas, claro. Y no sólo en España, se entiende.

Por más que la lengua en que se cuenta esta cuestión sea del siglo XIII y sea un dialecto depurado del castellano de aquellos lugares y tiempos, nada impide tomarle el sabor al asunto.

La casulla de san Ildefonso


En España cobdicio de luego empezar,       
en Toledo la magna, un famado logar,       
ca non sé de qual cabo empieze a contar       
ca más son que arenas en riba de la mar.       

En Toledo la buena, essa villa real,       
que yaze sobre Tajo, essa agua cabdal,       
ovo un arzobispo, coronado leal,       
que fue de la Gloriosa amigo natural.       

Diziénli Ildefonsso, dizlo la escriptura,       
pastor que a su grey dava buena pastura,       
omne de sancta vida que trasco grand cordura,       
que nos mucho digamos, so fecho lo mestura.       

Siempre con la Gloriosa ovo su atenencia,       
nunqua varón en duenna metió mayor querencia;       
en buscarli servicio metié toda femencia,       
facié en ello seso e buena providencia.       

Sin los otros servicios, muchos e muy granados,       
dos yazen en escripto, éstos son más notados,       
fizo d'ella un libro de dichos colorados       
de su virginidat contra tres renegados.       

Fizo'l otro servicio el leal coronado,       
fízoli una fiesta en deciembre mediado.       
La que cae en marzo, día muy sennalado,       
quando Gabrïel vino con el rico mandado,       

Quando Gabrïel vino con la messagería,       
quando sabrosamientre disso «Ave María»,       
e díssoli por nuevas que parrié a Messía       
estando tan entrega como era al día.       

Estonz cae un tiempo, esto por connocía,       
non canta la eglesia canto de alegría,       
non lieva so derecho tan sennalado día.       
Si bien lo comediéremos, fizo grand cortesía.       

Fizo grand providencia el amigo leal,       
que puso essa festa cerca de la Natal;       
asentó buena vinna cerca de buen parral,       
la Madre con el Fijo, par que non á egual.       

Tiempo de quaresma es de afflictión,       
nin cantan «Aleluya» nin facen processión;       
todo esto asmava el anviso varón,       
ovo luego por ello onrrado gualardón.       

Sennor sant Illefonsso, coronado leal,       
fazié a la Gloriosa festa muy general;       
fincaron en Toledo pocos en su ostal       
que non fueron a Missa a la sied obispal.       

El sancto arzobispo, un leal coronado,       
por entrar a la Missa estava aguisado,       
en su preciosa cátedra se sedié asentado;       
adusso la Gloriosa un present muy onrrado.       

Apareció'l la Madre del Rey de Magestat,       
con un libro en mano de muy grand claridat:       
el que él avié fecho de la virginidat;       
plogo'l a Illefonsso de toda voluntat.       

Fízoli otra gracia qual nunqua fue oída:       
dioli una casulla sin aguja cosida;       
obra era angélica, non de omne texida,       
fablóli pocos vierbos, razón buena, complida.       

«Amigo, -dísso'l- sepas que só de ti pagada,       
ásme buscada onrra non simple, ca doblada:       
fecist de mí buen libro, ásme bien alavada,       
fecístme nueva festa que non era usada.       

A la tu Missa nueva d'esta festividat,       
adúgote ofrenda de grand auctoridat:       
cassulla con que cantes, preciosa de verdat,       
oy en el día sancto de Navidat.       

De seer en la cátedra que tú estás posado,       
al tu cuerpo sennero es esto condonado;       
de vestir esta alva a ti es otorgado,       
otro que la vistiere non será bien hallado.»       

Dichas estas palabras, la Madre glorïosa       
tollióseli de ojos, non vío nulla cosa;       
acabó su officio la persona preciosa       
de la Madre de Christo, crïada e esposa.       

Esta festa preciosa que avemos contada       
en general concilio fue luego confirmada:       
es por muchas eglesias fecha e celebrada,       
mientre el sieglo fuere non será oblidada.       

Quando plogo a Christo, al celestial Sennor,       
finó Sant Illefonsso, precioso confessor;       
onrrólo la Gloriosa, Madre del Crïador,       
dio'l gran onrra al cuerpo, a la alma muy mejor.       

Alzaron arzobispo un calonge lozano,       
era muy sovervio e de seso liviano;       
quiso eguar al otro, fue en ello villano,       
por bien non gelo tovo el pueblo toledano.       

Posóse enna cátedra del su antecessor,       
demandó la cassulla que'l dio el Crïador;       
disso palabras locas el torpe peccador,       
pesaron a la Madre de Dios Nuestro Sennor.       

Disso unas palavras de muy grand liviandat:       
«Nunqua fue Illefonsso de mayor dignidat,       
tan bien so consegrado como él por verdat,       
todos somos eguales enna umanidat.»       

Si non fuesse Sïagrio tan adelante ido,       
si oviesse su lengua un poco retenido,       
non serié enna ira del Crïador caído,       
ond dubdamos que es ¡mal peccado! perdido.       

Mandó a los ministros la casulla traer       
por entrar a la Missa, la confessión fazer,       
mas non li fo sofrido ni ovo él poder,       
ca lo que Dios non quiere nunqua puede seer.       

Pero que ampla era la sancta vestidura,       
issióli a Sïagrio angosta sin mesura:       
prísoli la garganta como cadena dura,       
fue luego enfogado por la su grand locura.       

La Virgen glorïosa, estrella de la mar,       
sabe a sus amigos gualardón bueno dar:       
bien sabe a los buenos el bien gualardonar,       
a los que la dessierven sábelos mal curar.       

Amigos, a tal Madre aguardarla devemos:       
si a ella sirviéremos nuestra pro buscaremos,       
onrraremos los cuerpos, las almas salvaremos,       
por pocco de servicio grand gualardón prendremos.