martes, 24 de agosto de 2010

Sicilia en flor (IV)


11. Canzuni

Vi una niña en Giarratana
vender sus panes cantando,
cantar vendiendo naranjas.

Ay, que tristuras que dice.
Ay, su dulzura.

Se mece la sierra y duerme,
la niña canta y la acuna.
Todo de salvia encendido
el aire es aroma y bruma.

La niña que canta muertes,
que son su pan y su azúcar,
entona con tanta gracia,
tan dulcemente susurra
venganzas, odios, amores,
desdichas y desventuras,
que todo es como agua clara
que mana su voz tan pura.

La niña de Giarratana
se va murmurando lunas.
Las cestas felices, bailan
sin pan o naranja alguna:
nada lleva, lo dio todo
al son dulce de tristuras.



12. Salice


Azul es el Tirreno.

Y es verde el monte y gris,
salpicado de azahares,
y violetas.

Un melisma del viento se confunde
con ese canto grave
que desde octubre avanza
hasta noviembre
por las piedras del tiempo,
por las calles
y el cielo.

Y se alza San Esteban,
se prodiga en sus fiestas,
ornado y armonioso,
todo luz...

Salice monta guardia.

Mira al mar y al estrecho.

Hay luces centinelas que murmuran,
cantan quedo los himnos,
hacen rondas.

Un ave que planea
por la sierra callada, rumorosa,
me ha visto de repente,
peregrino.

Ha puesto en mí sus ojos
y el hambre de sus días:
soy la presa imposible,
el sueño vano.

El ave pasa, inquieta.

Pronto, en Salice, un fuego,
una hogaza y su oliva,
la albahaca, el vino, nueces,
me dirán que he llegado.

Mi camino termina.

A mis espaldas,
ya va Sicilia en flor.