lunes, 23 de agosto de 2010

Sicilia en flor (III)


8. Brisa de Santa Bárbara


Este aire manso,
esta frescura
que no sé por qué llega
ni sé cómo pasa
al corazón cansado
y lo lleva de vuelo,
en un relámpago de fuego y gozo,
sopló todo un día en las vegas de San Bárbara.

A veces,
la felicidad del hombre
se llama, simplemente, viento.

Y soledad.



9. Olivares


Si muero en estos valles silenciosos,
que mi pie trashumó,
valles en niebla,
querría demorarme bajo estos olivos,
pacíficos olivos milenarios,
olivos de Agrigento y Cianciana,
que ya imploran mi paz
para cuando resucite.

Si he muerto,
querría que me dejaran resucitar
en la agrisada paz de estos olivos.

Sin daño y sin tristeza. Todo gozo sereno.

Para siempre.



10. Etna


De Mareneve a Boschetto
voy en días de luz como erupciones.

¿Sientes el mar que brama?

Tan jovial canta lejos,
adivino la sal de Santa Tecla
y olvido los trabajos de redes
y de barcas.

No suena aquí ese mar,
ni a sal me huele
este bosque, la piedra y la vertiente.

Nada.

Silencio y luz sin noche,
entre cedros y pinos.

Sobre mares de lava
de cientos de centurias,
lava helada en barbecho
de estallidos de furia,
camino mi jornada en mi sosiego.

Llevo un volcán que ruge
fumarolas de risas, de aromas y de sangre.

Oigo plañir, ya lejos, al halcón peregrino
que me busca y me guía,
vuela su tarde ahora.

Como yo, que camino.