Lo sabe el fuego que no tiene llama
y arde sin tiempo y sin dolor nos quema.
El fuego, que nos marca con su emblema,
nos traspasa y abrasa y amalgama.El fuego, que en su luz clama y proclama
que no hay mirada que no sea un poema
y que cada caricia es la suprema
y fina encarnación de quien nos ama.Yo sé que la mujer amada existe.
Lo sé porque conozco su presencia
y, en su presencia, me he sentido un hombre.Y quema esa verdad. Pero no es triste.
Y es feliz ver que el mundo se silencia
porque ella, amada, pronunció mi nombre.