sábado, 21 de diciembre de 2013

Viaje de Primavera

¿Por qué no despedir a la primavera? Después de todo es tan cierto que llega el verano como que ella se va.

Y más: si ha de ocurrir una cosa, por fuerza ocurrirá la otra antes.

Me quedo con la despedida, en este caso. Me es más. El verano -el verano en cuanto verano- no me es afín. Ni yo a él. No tengo bienvenida que darle. Y sí lo despediría al irse, pero por razones muy otras, que no son las que Primavera merece.

Así las cosas, y en su homenaje, aquí está este Madrigal en silva, de Leopoldo Marechal. Se lo encuentra, si se lo busca, precisamente en El viaje de la primavera, de 1945.

Buen viaje.

Si entre las Islas Bienaventuradas
está la tuya, Hermosa,
pondré timón y velas a la rosa.

Mi hermano, el viento de las ocho espadas,
no abatirá la flor, si se lo pido,
ni el mar que aguijonea sus boyadas,
boyero encanecido,
para que bogue sin dolor y cante
la rosa navegante.

Aventa el humo, allana tus senderos,
provincia nemorosa,
si quieres que laudables marineros
no lloren el naufragio de la rosa.