lunes, 12 de noviembre de 2012

Romance del adviento


Está sangrando a destajo
la sangre roja del ceibo
y un ardor de tierra en llamas
blancamente va poniendo
en la tarde unos jazmines
insolentemente abiertos,
y achiras borgoña y gualda
y agapantos azulejos
y verbenas y geranios
y en la noche unos arpegios
de las hojas de unos tilos
que, acompasadas al viento,
murmuran la primavera
que se esparce por el pueblo.
Furiosa la lluvia arranca
jirones de agua del cielo
y afrenta de tanto en tanto
el dolor sin voz del suelo
que con llanto a borbotones
la recibe en un silencio
que hace brotar en el aire,
húmedamente sufriendo,
jacarandaes de gloria
en sus colores de adviento.
Desde aquí ya voy mirando,
calladamente sintiendo
como una ansiedad de fruto
en la savia que va abriendo
una esperanza en la tierra,
más cierta que lo más cierto,
y que florece en los ojos
que, verdemente creciendo,
primaveralmente esperan,
aromada de misterio,
la novedad más antigua
que hace nuevo lo más viejo.