miércoles, 15 de febrero de 2012

Mènein én



y ese gozo sea perfecto.

Jn. 15, 11


Dice la luz adiós y muere el día
y obedece a su noche sin estrellas,
que le dicen adiós al cielo oscuro.

Se despide la lluvia y seca el aire
y escribe adiós sobre los surcos muertos
con hilvanes de gris caliginoso.

Galantemente adiós va susurrando
el viento por la piedra de los montes
y ya la hierba erguida lo saluda.

Claman adiós los fuegos, los tizones;
y parten las cenizas, se va el humo,
traza volutas con su mano ausente.

Adiós silba el invierno, y el verano;
adiós, la primavera, y el otoño;
adiós el mes, el año, el siglo, el tiempo.

Brotó en adiós la flor; ya en la llanura
el árbol tiembla adiós, y adiós la tierra
y los rastros adiós, y adiós el mundo.

Sin eco, van las voces acalladas
y una niebla de adiós mudas repiten.
Ya todo dijo adiós. Yo permanezco.