martes, 16 de septiembre de 2008

Indigencia contingente (IV)

Me llegó un comentario inteligente de un atento lector que asocia atinadamente los fundamentos de estas cuestiones sobre el ser como efecto del decir al constructivismo, especialmente en educación, y particularmente en educación argentina. Me manda incluso un texto sobre esto mismo que viene muy a cuento, aunque se trate de una ponencia de un obispo argentino en un encuentro de educadores católicos, en la que analiza la materia Construcción de la ciudadanía.

Pero el mismo comentario me hizo recordar que hay una vuelta más de tuerca en estas materias.

Porque, hasta cierto punto, la posición sofística no se agota en manipular con las palabras un ser que está fuera o más allá de las palabras. Hay algo más.

De hecho, tanto el realismo de Sócrates, como el nominalismo de Cratilo o el convencionalismo de Hermógenes, se debaten acerca de cuál es la relación entre las palabras y las cosas. O acerca de cómo quedan suficientemente dichas -y hasta hechas- las cosas a través de la palabra, y por la palabra, lo que puede entenderse como por la mediación de la palabra, siquiera para referir una idea o concepto que no es la palabra misma. Incluso aun cuando la desconfianza ontológica de los sofistas podría llegar a tanto que no concibiera la existencia de las cosas mismas fuera de la palabra o de la idea que las representa. Y éste es el punto, en parte.

Como digo, hay una vuelta de tuerca más. Y me parece que está ya contenida en el postulado sofístico, aunque ni siquiera ellos se atrevieron a formularlo de modo tan agresivo, como lo hace, por ejemplo, Michel Foucault.

Apunto aquí dos obras suyas, que se refieren a estos asuntos lateralmente, aunque sus tesis sobre el lenguaje humano son un eje en sus preocupaciones dizque epistemológicas. Y ellas son Las palabras y las cosas (1966) y La arqueología del saber (1969). El que quiera, puede entrarles el diente. Es verdad que habiendo tanto para leer, alguno podría poner mala cara. Eso tiene arreglo: póngase a leer lo tanto que le queda por leer y listo...

Pero no las cito aquí por su valor intrínseco, sino por su tipicidad. Creo que formulan algunas posiciones de un modo nítido y tanto me lo parece que voy a dedicar la entrada siguiente nada más que a copiar un fragmento de una de ellas, sin más comentario.

Estoy seguro de que no es un manjar enteramente sabroso, salvo para aquellos que quieran seguirle el hilo a estas cuestiones con buen ánimo.

Habrá algunos que considerarán hasta cierto punto suntuarias estas materias. Habrá quienes digan que acerca de los nombres no debe disputarse (el mismo Sócrates se lo recuerda de algún modo a Cratilo...)

Como habrá quienes solamente puedan ver estas materias bajo especie ideológica, como si dijera que solamente se interesarán por ellas si estas cuestiones sirven para criticar a Kirchner o al Concilio. Como habrá quienes digan quién sabe qué.

Qué se le puede hacer...

En cualquier caso, sigue siendo verdad que lo que el árbol tiene de florido, viene de lo que tiene sepultado.