jueves, 20 de abril de 2006

Negro sobre blanco

Leí la nota sobre 'los húsares negros del papado', que dice el diario francés. No para enterarme de nada en particular.

Es verdad que leyendo la nota se puede hablar de varias cosas. De la nota misma. De los legionarios. De congregaciones e instituciones. Del sacerdocio. Del papado. O de todo junto y de ninguna en particular.

Por eso.

Lo primero -y lo menos importante- es que la nota, en cuanto periodística, es un objeto de atención aparte. Está hecha de elementos disímiles y sugestivos que apuntan tanto a la negritud como a Roma, al sacerdocio como a México, a favor y en contra de todas esas cosas, un poco por allí, otro poco por allá. Es más o menos aquello que se considera investigación periodística, lo que nunca deja claro el origen, la razón de tal investigación (aunque se note a veces por qué investigan eso y no otra cosa...) No siempre la razón es que interesa la institución en cuanto tal, sino lo que puede representar como emblema o signo de otras cosas.

Bien. Suficiente de eso.

Me interesa más otro asunto, para empezar.

No es lo mismo hablar del sacerdocio que de las instituciones, congregaciones, fundaciones y tal. Por más que en estos tiempos se vea que una importante cuota de sacerdotes de la iglesia provengan de allí o sean miembros de tales organizaciones.

Como no es lo mismo hablar de la Iglesia que de las fundaciones, asociaciones y organizaciones que hay en ella. No son intercambiables.

Ha habido y hay toda suerte de organizaciones en la Iglesia. Muchas nacen en momentos determinados por razones del momento, lo que no quita que expresen un modo más universal y permanente de ser cristiano, un carisma que le dicen, la inclinación a seguir a Cristo de un modo, y esto más allá de las razones que las vieron nacer.

No creo que pueda haber objeción para ello. La riqueza en la imitación de Cristo tiene en sí -aunque no necesariamente para nosotros- la misma dimensión que el propio Cristo. Nunca habrá suficiente cantidad de órdenes y congregaciones, si por eso fuera.

Todas, y hasta donde sé y recuerdo, se atribuyen en su origen alguna inspiración divina, ya para la obra en sí, ya a su fundador o fundadores. Explícita y 'documentadamente' -apariciones, por ejemplo, o indicaciones directas: voces, mensajes-; o por vía argumentativa. Como si dijera, para el segundo caso: si es esta una obra que busca seguir a Cristo no puede sino ser obra de Dios. Lo que es un argumento débil, si bien se piensa, por lo menos en ese tipo de razonamiento.

Hay algo que me parece cierto: las instituciones tienden a cerrarse sobre sí mismas. Acaso tendencia de las instituciones en lo que tienen de humanas, acaso peligro siempre presente cuando el hombre olvida qué parte le es propia y cuál no. También por la propia dinámica de supervivencia, por autojustificación, por mística grupal, por espíritu de cuerpo o, sin más, por espíritu sectario.

Tienen una inclinación -o el riesgo siempre presente de tener inclinación- a substituir, a ocupar, en sus miembros primeros, todo el espacio y la energía espiritual. Espacio y energía que tienen en realidad como destino institucional en todo caso a la Iglesia misma. Y es uno de sus o directamente su mayor riesgo, en el que, no pocas de tales instituciones, caen. E incluso con el que algunas de ellas nacen.

Se vuelven centrípetas. Y en el centro, finalmente, se encuentra el fundador de esa iglesia peculiar más que Jesucristo.

No pocas de tales instituciones ordenan sacerdotes. Y hay algunas que los ordenan en función de la propia institución peculiar, aunque obviamente su sacerdocio no les pertenece, porque es de Cristo y de la Iglesia.

Lo mismo ocurre con el tratamiento por demás delicado de las vocaciones al sacerdocio. Tanto al sacerdocio en cuanto tal, como al ingreso a un lugar determinado para ordenarse sacerdote.

En algunas congregaciones o instituciones de este tipo, un tema anejo -y central- a este respecto es la valoración del sacerdocio mismo, no pocas veces presentado en antagonismo con el matrimonio, por ejemplo.

Estos asuntos, y algunos otros no menos importantes, están en relación directa con la cuestión de las vocaciones sacerdotales.

Y como son varios y graves, habrá que ir pensando de a poco.