domingo, 16 de abril de 2006

Cordero, sal y fuego

Fueron días de fuego.

El frío empezó más o menos el jueves. El viernes ya hacía bastante. Y prendí un fuego a la mañana. Y duró, porque lo alimenté incesamente. Kilos y kilos de árboles viejos y maderas en desuso fueron a parar allí y se volvieron cenizas. Increíble lo que hace el fuego. La montaña de madera bien podría haber tenido la altura de un hombre alto. Y lo que quedó de todo eso son, ahora en la noche del domingo, apenas un puñadito de rescoldos y unas pocas cenizas.

Impresiona ver lo que el fuego hace. El modo cómo consume, cómo arde y cómo, enardeciendo, aplaca, cómo reduce a cenizas; cómo da luz aquietando, obligando, atrayendo la quietud.

Dos comidas se cocieron allí. Una vez sobre un disco de arado, ayer.

Hoy, medio cordero que la familia aplaudió, porque era el primero y había salido bien. Todos le echamos la culpa al fuego, a la tierra ardiente con más de dos días sosteniendo brasas. Y todos pasaron por allí en algún momento, fue el centro de estos días, de plena intemperie, pese al frío, pero gracias al fuego. Charlas con amigos, juegos de los chicos, meditaciones, silencios. Si alguno llegaba a la madrugada, antes de irse a dormir, pasaba por el fuego y lo alimentaba. A la mañana, la pregunta era: ¿está el fuego?

Así se lo llamó en estos días: el fuego.

Hoy se comió el primer cordero justo al lado del fuego, como de camino.

Y tuvo buen sabor. Sólo sal. Sal y fuego.

Una preserva y da sabor, y da sabor realzando el sabor de las cosas, dándole uno que no tenían y que sirve para saber el que pueden tener. El otro, consume, congrega, y mientras arde aplaca, la mirada, los movimientos, aquieta; y, a la vez, hace posible el alimento, lo hace mejor, lo transforma.

Sal y fuego.

La celebración fue sencilla. Y feliz.

Era sal y fuego. Y estaba bien así.

Esta Pascua, al menos para algunos de los de acá, será probablemente la Pascua del fuego. Del fuego que duró tres días. Será también la Pascua del primer cordero. Será fácil, pasando el tiempo, acordarse de esta Pascua.

Creo que para entender las cosas siempre habrá tiempo, siempre podrán madurarse y abrirse.

Y al fin, por eso mismo, creo que si así recordaran la Pascua, estaría bien: Cordero, Sal y Fuego.