domingo, 1 de abril de 2012

Quid est kirchnerismus? (VI)

Algo que pasó y algo que no pasó (1)


En muchas partes de mi jardín despuntan de tanto en tanto zapallos y tomates, por decir algo. ¿De dónde salen? Pájaros, a veces, o un botija que deja caer el tomate de su emparedado. Y listo. Bastaría con eso para dar la impresión de que soy un aplicado y feraz hortelano. Otra: una de las más chicas de casa, fíjese por dónde, enterró cierta vez en un macetón tres semillas de mandarina que no sabía dónde poner, mientras pasaba voraz al gajo siguiente. Allí está ahora el árbol incipiente. Y ella ni se acuerda y nadie sabe de dónde salió. Nadie, no.

A más de uno podría sonarle extravagante. Pero, supongamos que llevamos la raíz de una cosa presente a lejanías históricas, incluso en apariencia inconexas. Como si le dijera: no hay Marx si no hubo Ockham o Protágoras, que en cierto modo es como si dijera que no hay petróleo sin hidrógeno y carbono.

Como en todo, en política existen estas cosas. Porque causas hay en todo.

Esto que hoy llamamos kirchnerismo, tiene en su genética azarosas semillas de mandarina, como tiene sus pájaros y sus botijas. No es lo único que tiene. Más atrás -y más adentro- nos fuéramos y más cosas hallaríamos.

Pero tiene también, además de las mediatas e indirectas, ciertas causas inmediatas y directas. A veces pasa también que las causas directas e inmediatas no pesan o no significan tanto como los arroyos laterales por donde vino fluyendo el agua que ahora indivisa es agua de un mismo río.

Por ejemplo, y ya lo dije: viene del peronismo, no simpliciter (es decir, no absolutamente), sino secundum quid (es decir, según y conforme). Y eso no parece tener discusión. Porque los peronistas simpliciter también lo consideran peronismo (aunque más bien secundum quid…, que son peronistas pero no comen vidrio). Los no peronistas, con mucha más razón los antiperonistas (no es lo mismo: a ver si se entera…), por cierto que o porque les conviene o porque así lo ven, también lo ven peronista al kirchnerismo, aunque en general simpliciter.

Y no parece que eso le sea problema a ninguno (salvo tal vez al propio kirchnerismo…)

Problemas sí podría haber si las causas que uno le atribuye a su existencia ya no son las canónicas y de cajón.

Y a eso voy, Dios ampare.

Pero.

Antes de entrarle a esas cuestiones, vine andando otras veredas en estos días.

Pensaba, por ejemplo, si estaba bien ahora ocuparse de algo de lo que ya en el 2003 podría haberme ocupado. ¿No dije ya que debería haberme ocupado de esto antes y que tendría que habérmelo sacado de encima? Años y materia hubo para hacerlo.

Y fue precisamente trabajando con las plantas cuando me di cuenta de por qué ahora se me impone el asunto, tanto como para vencer el cierto fastidio de ponerse a escribir –cosas tan largas y difíciles- sobre el caso, habiendo como siempre hay otras materias que se saborean con mejor sabor.

Mirándolo como lo veo ahora, creo que eso que se llama kirchnerismo está a las puertas de una encrucijada histórica y es una encrucijada –si no estoy del todo equivocado- definitoria.

Hasta ahora, a los Kirchner les fue dado más que nada cumplir los tiempos históricos formales que la ley les permitía. Y si no agotaron las posibilidades de la ley, fue nada más que porque Néstor Kirchner murió. Existiera o no, no hacía falta que existiera. Y no digo que no quieran o hayan querido su constitución. Y su hegemonía real y operante en todo, más que su constitución. Pero lo cierto es que no era necesario, aunque les hubiera resultado conveniente.

En esto y aquello, el kirchnerismo que hubo hasta aquí, entiendo, fue más que nada una superposición entre los modos de mandar y gobernar –de los provinciales y de los peronistas, cosa de la que ya hablé- y los brotes de un movimiento posible y deseado por ellos, entendido a su modo, claro.

Pero.

Recién ahora, recién ante el cumplimiento del segundo mandato de Cristina Kirchner será preciso dirimir ese asunto, sin poder esquivarlo.

Recién ahora se verá si la existencia del kirchnerismo alcanza la cota que históricamente podría darle –en cualquier caso- cierta carta de ciudadanía.

Porque cualquier cosa que hiciere ahora para dirimir su sucesión y su continuidad una vez que termine este período, tendrá que hacerla para dirimir a la vez ese punto genético: o lo hace como kirchnerismo o no.

Que pueda hacerlo, que las cosas le salgan como querría –en todo o en parte-, es harina de otro pan. Y qué signifique lo que pase a partir de ahora tampoco es cosa fácil de postular, siquiera de adivinar.

No es ahora cuando haya que verlo, porque pienso tratarlo más adelante, pero es cierto que la historia transcurre enredando y enhebrando imponderables que dependen de asuntos y actores que están más allá de cualquier previsión. La libertad del hombre, menguada y tan condicionada como se quiera, es inescindible de su natura. Como es cierto que hay más ángeles en el cielo y el aire que hombres sobre la tierra, de los buenos y de los otros. Y, claro, está el designio divino inescrutable siempre, incluso a veces hasta cuando se cumple ante nuestros ojos velados y cortos.

Mientras le busco sitio a unos pastos raros y nuevos y acomodo la nueva dirección de un jazmín viejo que se me indisciplina, me digo, entonces, que, al fin de cuentas, no fue solamente pereza e indolencia lo que me trajo hasta este tiempo para tratar recién ahora estas quisicosas de la Argentina de los últimos años.