lunes, 14 de junio de 2010

Y bendita la mare que te parió

Qué mañanita tuvo hoy el alba.

Para un melancólico, sería la sombra y figura mismas de la melancolía, qué cosa.

Ni frío ni calor, con una pesada rastra de humedad y neblina en todo. Un cielo de plomo al oeste y al sur, como cielo de Lugones en el Salmo pluvial. Al este, trashuma a desgano un sol de lo más incómodo con el día que tiene por delante, y que aparece nada más que para decir que se va…

Oigo, mientras tanto, unas versiones de un amor a los gritos que rescaté de un arcón y que siempre me hace mucha gracia. Será cosa de los andaluces, no lo sé. Pero eso de cantarle una ternura como de Ave María a la Virgen del Rocío, en esta Salve Rociera, y ese olé como de marcha, con esos aires marciales… esa ternura militante, eso de golpear los puños sobre la mesa al compás de un rítmico ‘te quiero’.

Si ocurriera al acaso que entre el auditorio se encontrare algún melancólico –crónico o circunstancial-, creo que algo tendría que gozar, de algún modo tendrá que levantar su corazón con esta barra brava de la Señora del Rocío.

Así que, oiga.

Y después, vaya, salga al día y mírelo de nuevo. A ver si ve lo mismo.