Un siempreverde. Y otro más. Y otro.
Y el arroyo casi morado.
Y la laguna.Es el lugar perfecto.
¿Qué hora es... en Orihuela?,
dijiste con El rayo tendido hacia mi pecho.Una cara de pena fingida, una súplica silenciosa.
Abrí al azar,
buscando mi destino y tu presente.Y leí, en voz baja:
Pero al mirarte y verte la sonrisa
que te produjo el limonado hecho,
a mi voraz malicia tan ajena,se me durmió la sangre en la camisa,
y se volvió el poroso y áureo pecho
una picuda y deslumbrante pena.
Mirabas el mar, al oeste.
Y extendiste, sin mirarme, la mano sobre la arena tibia.
Buscaste mi mano suavemente.Y te vi llorar una lágrima lenta,
toda de gozo.