lunes, 30 de enero de 2023

Elegía C


Otras mujeres vienen a buscarme;
me ofrecen vino, duros girasoles,
vientres de menta, músculos de harina,
bocas de fiebre púrpura. Se acercan
como resortes blancos, como flejes
de acero perfumado. Son hermosas.
Tienen los ojos niquelados. Visten
géneros nuevos; hablan con voz curva
y queman cigarrillos africanos
fundando un ecuador de luz caliente,
haciendo que las cosas resplandezcan
entre vagos vapores y gomeros.
Vienen otras mujeres. Sus corpiños
son de pulpa agresiva. De sus piernas
desciende un bosque medular, compacto;
sus manos se conjugan en el aire;
ocultan en el sexo rojos tigres,
acróbatas de aliento estremecido.
Y ríen ondulando entre mis huesos,
al pie de mi garganta, en las arrugas
que me talló un ciprés, siendo muchacho.
Quieren que me divierta seriamente,
que me acueste detrás de la tristeza,
que me desnude arriba de los muertos;
que me escape de pronto a cualquier parte
despeñándome al lado de sus muslos,
en torno a sus cinturas de magnolia;
que les amarre el oro de la nuca
con mis dientes de lobo encanecido.
Quieren que me separe de tu sombra,
que me vaya de ti; que te destruya
como a un enebro en medio de la zarza.
No pueden concebir mi disciplina;
no entienden mi lugar. Soy el poeta,
el hombre de pupilas forestales,
el cavador de peces, el sombrío
curtidor de crepúsculos, el hosco
cantor de tu memoria. Vienen, vienen
sobre zapatos de metal astuto,
cautelosas de amor. Por sus collares
corren formas eléctricas, sonidos,
compromisos ocultos, reprimidas
escobas de ansiedad. Vienen a verme.
Me tocan con hirvientes abanicos,
hacen pausas de piel, me compran nubes,
pantalones de gin. Me ofrecen viajes
donde la muerte no figura nunca,
donde el espacio y la razón se ignoran,
donde no existen hijos, donde nada
ha sido consignado. Las escucho
a estas mujeres breves. Y las dejo
para quedarme cerca de tu hiedra
que Aldebarán conserva inalterable.

Roberto Themis Speroni