martes, 3 de enero de 2023

De si toda obra es biográfica (I)




Entre otros grandes escritores, Lewis y Tolkien eran severamente reacios a que la biografía de un autor fuera piedra de toque para no sólo interpretar sino hasta para leer sus obras. Y más que reacio, Tolkien era contrario a la idea de que los datos fueran las hebras con las que en el fondo se tejía el tejido artístico de un autor.

Por su parte, en sentido opuesto, está por ejemplo una sentencia famosa de Stefan Zweig que decía que la obra de Dostoievsky le debía tanto a su enfermedad, como las obras de Honorato de Balzac se debían a su buena salud.

En mi opinión, los críticos y académicos, que no sean a la vez autores de obras del arte –tal vez por esa carencia o por petulancia o por taras del oficio–, frecuentemente ignoran (en ambos sentidos de la palabra) o sencillamente desconocen lo que interviene en la concepción, elaboración y aparición de una obra artística, particularmente, en lo que a las obras literarias se refiere. No conozco muchos que no apliquen reduccionismos en sus trabajos de interpretación y análisis y, en no pocas ocasiones, sesgados por influjo de psicologismos, ideologismos o prejuicios partisanos y cosas así. Y esto nubla considerablemente el entendimiento de las relaciones complejísimas entre la vida y la obra de cualquier autor.

Escribo desde niño. Recuerdo que tenía 8 años cuando escribí mi primer texto "literario", reconocido por otros como tal. Pero empecé a publicar con cierta continuidad lo que escribía, bastante tarde. Y, recuerdo bien, en buena medida a contrapelo de mi voluntad. Desde que me decidí a dar a conocer mis obras líricas, especialmente, una y otra vez ha habido quienes me preguntan o conjeturan (hay atrevidos que discuten, también) acerca de los orígenes, motivos y significados de mis páginas. Y esas inquisiciones, cuando no me hacen algo de gracia, me fastidian habitualmente.

Tengo mis propias concepciones acerca de las obras literarias y de su inspiración y elaboración. La mayoría de esas ideas no coinciden con la preceptiva al uso. Tal vez porque esas concepciones no proceden tanto de fuentes librescas sino que vienen casi todas ellas de una reflexión personal sobre la experiencia propia acerca de la génesis y del tránsito interior y exterior de lo que terminará siendo una obra literaria. Y como nada de lo humano me es ajeno, porque soy humano, siempre creí que en esa experiencia personal hay notas universales que permiten extender a la actividad en sí lo que uno advierte en uno mismo y sobre lo cual reflexiona.

Apenas recuerdo haber satisfecho una o dos veces a los eventuales  investigadores, intérpretes suspicaces o simples curiosos, interesados o impertinentes. Y eso sólo respecto de algunos pocos textos que, de hecho y bien mirados, están exentos de misterios, incluso a los ojos de los lectores más perspicaces. En esos casos, los asuntos mayormente se explicaban por sí mismos y aparecían completamente ajenos al autor. Aparecían, sí. Es decir, en apariencia.

Haber leído hace poco unos comentarios sobre páginas de un servidor me lleva a hablar de estos asuntos, que habitualmente no trato y, en general como ya dije, no me entusiasma tratar. En mi experiencia, estas cuestiones despiertan, en lectores y en investigadores y críticos casi por igual, una curiosidad habitualmente insana, que se parece más al gossip que al apetito por alguna verdad verdaderamente significativa detrás de un texto de algún autor. 

Será por eso mismo (y por algunos otros argumentos que debería exponer) que creo que, aunque camine algunos pasos por este camino, no iré muy lejos en este tema.