Oíamos un concierto en una caracola:
sala inmensa, veteada, ocre, fresca;
el sol hacía su incendio ritual sobre una infinita línea azul.
Tendidos sobre un mar de piedras color hierro,
nuestras manos aferraban nácar y sal.
¡Hondura y eco de violines!
¡La suave gaita detrás, en coro de espuma!
¡Tronidos de tambores de guerra
de nuestras miradas en concierto!
La noche custodió el paño del cielo:
el telón de esa noche que venía sobre nosotros,
ahora tendidos sobre un mar de piedras grises
Huérfanos de todo, felices de música muda.
.