viernes, 18 de septiembre de 2009

Tórtolas de bramido

Hubo una serie, hace ya un par de años, que nació de unos versos de Guillermo Etchebehere, hechos milonga por Atahualpa Yupanqui.

Fue por veredas raras la serie. Si hasta dos versos de allí fueron a dar a otros versos, como brotan de raíces los retoños de ciertos árboles. Y no que el retoño sea mejor que las raíces, se entiende.

Sigue pareciéndome que esa milonga dice bien. Y sigue pareciéndome que los dos versos finales hacen un par sin par. Y bien está esa forma de decir en cada estrofa que lo que el árbol tiene de florido viene de lo que tiene sepultado (aunque mejor, me parece, y disculpen...)

Como creo -repito y volviendo a esos versos-, que está bien, por vía poética y paradojal, eso de que las raíces que alimentan las floraciones tienen que tener la dulcedumbre de los leopardos dulces y el bramido de las tórtolas bramantes.

Raro, si lo pienso. Pero no tanto, si uno se pone a ver.

Después de todo, lo más poderoso es lo más dulce y nadie puede igualarlo en eso. Como el bramido del más manso, y sólo él, puede abrir el cielo.