viernes, 18 de septiembre de 2009

Más tendrá que ser

Y después, está el viento.

Por momentos el cielo aclara y deja una llovizna tenue de nada, mojadora. Pero está el viento, y el viento hace a la garúa cortadora, picante.

Revoltijo de brotes hace este viento, turbiones de pelusas, amagos de flores, cosas de septiembre.

Los estoy mirando y me parece que peligran los mínimos como azahares de la cidra que me traje de México, hace casi ya diez años, y que brotaron recién este año por primera vez. La planté semilla y hubo que esperar años. Ya tiene más de tres metros de alto. Su aspecto de limonero espigado, que de la familia es. Y unas espinas que amedrentan.

Claro que con los bandazos a sesenta kilómetros por hora, y por muy de Jalisco que vengan, los azhares de la cidra tendrán que ser fuertes. Más fuertes tendrán que ser.

Nacer por primera vez tan lejos de la tierra madre y que te reciba este viento...

Pero no es cosa de la cidra, nada más. Cualquiera, después de todo.

Con vientos así -en el aire, en la vida, en el alma, en la historia-, florezca uno por primera vez o ya no tenga -o casi ni dé- flores ni frutos, más fuerte tendrá que ser. Más fuerte que el viento.

Pero, no se engañe, mi amigo. ¡Qué viento! Da gusto.