jueves, 15 de febrero de 2024

Cristina Fernández de Alberdi




Bonito progresismo el de Cristina Fernández, viera usted. O qué paleo peronismo el de Juan B. Alberdi. Curioso: sin dejar de ser quiénes son, peronistas y liberales tienen como cruzas de sangre que parecería que los vuelven híbridos.

Vayamos por partes. Ni una palabra de análisis del novísimo brulote CFK de 33 páginas sacarán de la sesera de su servidor. No tengo tanta paciencia. Ni me da la ciencia, obviamente, para desmontar el cuento de la señora, minado de datos recortados y escogidos. Porque es un cuento, aunque ella –abrazada al Narciso, que no la suelta ni a sol ni a sombra– crea que ha impresionado al orbis terrarum con su amañada síntesis de la historia de la humanidad argentina. ¿Omisiones? Para hacer dulce. ¿Relato? Si no fuera que nadie le cree, otro capítulo de la misma serie.

Pero me late que podría permitirse tomar algunos riesgos (si los advirtiera su ambición), porque tal vez ella esté pensando oscuramente en dos cosas: 1. retomar protagonismo ahora que el gobierno libertario no termina de cuajar porque no empezó y, más que nada, porque el peronismo necesita algún liderazgo vigoroso, sin el cual es apenas una banda (o bandada) de depredadores inorgánicos; y no es la única que está pensando en hacerse con la jefatura espiritual de la banda (o bandada...), tiene competencia, cómo que no...; 2. si uno lee desapasionadamente su verborrea, tal vez coincida con un servidor en que, sobre todo hacia el final, hay una especie de puerta entreabierta, que da a un saloncito donde hay una mesita con un monono juego de té, un platito con unos sanguchitos y unas masitas dulces, todo listo por las dudas que tenga que sentarse con Javier Milei a negociar algo (a escondidas, claro: es un flagrante adulterio para ambos). ¿Que podría querer ella de él? Adivinen.

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Como el escorpión, Cristina tiene que destilar ironías obvias que pretende punzantes, envenenadas, hirientes. No vayan a pensar que la chica de Tolosa es (pudo haber sido...) solamente una cara bonita (cuestión de gustos, claro...), y nada más que eso. Es ilustrada, rápida, verbosa, canchera. Dice ella, no digo yo.

Y la primera dizque estocada es la cita de Juan Bautista Alberdi con la que rompe el hielo a toda orquesta, que yo no soy ninguna boluda...:
Tomar capitales a préstamo para reemplazar los capitales destruidos por las crisis, no es remediar la pobreza, sino agravarla; la riqueza de otro no es la riqueza del país. La deuda representa más la pobreza que la riqueza. Endeudarse no es enriquecerse, sino exponerse a empobrecerse por la facilidad con que siempre se gasta lo ajeno.
¡Ay, Cristina, Cristina...! ¡Qué alberdiana y liberal nos habías resultado! ¡Quién se lo hubiera dicho a los gronchos que ululaban otrora tu nombre, Capitana!

Y verá, usted, compañero, por qué lo digo.

¿Por citar esa frase? No, eso es oportunismo, tal vez. Y si me apuran, hasta un requiebro es, más que una puñalada. Captatio benevolentiae, decían en Roma, hace más de 2 mil años. Citar a Alberdi. Un guiño, dicen los muchachos del bar de la esquina. Un centro, dicen los futboleros.

Y ni más ni menos que tomado de unos Estudios económicos del tucumano, que aparecieron a fines del XIX, unos cuantos años después de muerto el autor, y casi 20 años después de haber sido escritos.

Alberdi, por decirlo en francés, a esas alturas (fines de la década de 1870) estaba a las puteadas con la mayoría de los liberales contemporáneos y anteriores y se nota en las 300 páginas del volumen. Porque no eran suficientemente liberales. Truchos, dirían los argentinos de bien. Casta, diría Javier. ¿Liberales casta? Sí, señor. Lo dice Alberdi. Y ahí caen todos: desde Balcarce a Mitre y a Sarmiento y Avellaneda. Se salva Rivadavia , claro. Pero hay más. ¿Quieren elogios a la economía en tiempos de la "tiranía" del Restaurador? Vayan a buscarlos ahí, que ahí están. ¿Y pataditas suaves para el Libertador? También hay. Es un festival de mierda con ventilador.

Pero muy interesante el libro, les garanto. Léanlo o reléanlo, de veras. No es tiempo perdido. Entre otras cosas, por parte baja al menos, para ver la madre de donde brota Javier Milei. Y el desquicio tramposo de Cristina Fernández, su socia alberdiana. Pero, no se desilusionen, los apuntes de Alberdi dan para más que eso.

¡Pero, ay, Cristina Elisabeth! Te pregunto, por sí o por no: ¿Hiciste los deberes? ¿Leíste, m'hija, todo el Capítulo II, por ejemplo, de donde sacaste el párrafo? ¿Por qué, querida mía, no seguiste citando el párrafo siguiente y el otro y el otro...? ¿Así hacías en los exámenes de la facultad? ¿Tomabas un párrafo y podías perorar durante 33 páginas... a favor o en contra, según cómo venga la mano?

(Puso la firma debajo de este texto de Alberdi, pero no sólo esta vez. Lo hizo con la Constitución de 1853, pese a que fue constituyente de la de 1994.)

¿Leíste, querida, lo que dice Alberdi de la Constitución del '53? ¿De lo que quiso para la Argentina y para los argentinos hasta su muerte? ¿Leíste lo que pensaba de tus amados "grasitas"? ¿Todo eso también te gusta de Alberdi? ¿Y todo lo demás que dice de las raíces de la Patria? ¿Firmás al pie los textos de Alberdi porque la onda pintó alberdiana o tenés un mambo en la azotea, darling? ¿Vos también tenés la enfermedad económica y le rezás todas las noches a Adam Smith para que no te cure?

Cuidado. No todo es culpa de Alberdi; mucho, pero no todo. Ni siquiera creo que sea culpa de Cristina, que luce bastante insolvente, irresponsable. Y ambiciosa. Ni del peronismo siquiera, al que le viene bien cualquiera..., si gana.

Más bien es obra y gracia de la frivolidad y de la superficialidad de la gran mayoría de las dirigencias argentinas. Y no de ahora.

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Pero no me crean: tómense el trabajucho y lean lo que aquí les dejo, un fragmento del Capítulo II; incluí al final un enlace al libro completo. Con eso, de paso, se probarán a sí mismos que se toman en serio los días y las miserias de nuesta Patria, con toda su historia de cimas y simas.

Por lo demás, no desesperemos, que aunque tengamos que ocuparnos de cosas de este mundo, no tenemos la esperanza puesta en este valle de lágrimas bajo la luna, ni los huevos que importan puestos en las canastas de las redenciones fallidas de los (y las) mesías de ocasión.


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