miércoles, 22 de septiembre de 2010

Mauseolo

Discretamente furiosa, se me alzó en armas doña María de Zayas.

Por cierto que uno anda en cosas de aquí para allá, con un pie en el estribo y otro en el aire y sin tiempo para atender la ventanilla de reclamos de proveedores.

Pero una dama es una dama. Así que nada de despacharla así nomás.

Viene entonces y me reprocha con acritud: que ella no escribió eso, que ella escribió mauseolo que sí rima con Apolo, y que era verba usada entonces y que otros además de ella la usaron, y que después de todo es admitida por la Academia, y eso en mis días que no en los suyos, porque la señora Academia es más joven que la señora de Zayas, para que lo vaya usted sabiendo, cosa que ella, la señora de Zayas, tiene a grande honra, pese a ser mujer, tan pintiparada y coqueta como se la ve. Y me dice que me la tome con los eruditos que citan mal las fuentes o con los copistas que copian mal las copias o con quien me diere en gana: mas no con ella. Y me manda que en desagravio copie aquí la misma estrofa y ponga mauseolo en vez de mausoleo, que es como debe ser.

Y, verá usted, con buen talante y firmeza, le he dicho que no, que después de todo debe uno hacerse respetar, qué tanto. Y que si escribió mauseolo y no mausoleo bien está y así se quede, como si dijera que la estrofa suya de ella decía cuando la pergeñó:
Si mi llanto a mi pluma no estorbara
¡oh, Fénix de la Patria!, ¡oh, nuevo Apolo!,
de mi lira te hiciera un mauseolo,
que tu inmortalidad aposentara.
Y le he dicho además sin titubear que si los eruditos copiaron mal, mal está, y que ellos se las arreglen y pidan perdón donde estuvieren ahora, por atender mal su oficio. Y le he dejado claro asaz que en la falla de los copistas y eruditos nada hay que manche su honra lírica, que no está ni estuvo jamás en discusión.

Mientras tanto, y por debajo de un pañuelito primorosamente bordado que había junto a su copa, con un vino de Rioja que ella bebía con una severidad exquisita, le deslicé unas rimas que escribía mientras hablaba, para cuando se le pase el furor, que no fue poco aunque bien disimulado, y que dicen:

No disputes con mujer
que siempre armará jaleo
y tendrás las de perder.

Y menos disputes sólo
por esa voz mausoleo
que dizque fue mauseolo.

Hazla sentir bienvenida
y que no quiera guerrear.
Sólo dile: sí, querida...