lunes, 20 de septiembre de 2010

Una de dos

Las lecturas de los imperiales se me van terminando.

La cosecha no irá a los trojes, me parece: son algunas pocas cosas para ir comiendo en breve. Lástima: siendo lo que son 800 páginas de versos...

Dos o tres sonetos, si acaso, porque alguna que otra cosa me parece que vale la pena de ellos.

Me quedan, claro, aquellos prólogos que decía de Rosales y Vivanco.

Y hay también una Selva militar y política del conde Bernardino de Rebolledo, por años embajador que fuera de Felipe IV en Dinamarca, donde dicen que escribió casi toda su obra, conceptista a lo Quevedo; parece prometer. En cuatro partes en verso, va tratando de los ángeles a la política, en sentencias que suenan con miga. Veremos.

Pero no por ahora, que hay mucho que hacer y mucho que no hacer, y no está este eón del mundo para zonceras de muchas líricas, qué tanto...

Total que, al final del tomazo, por fin, un para mí desconocido –y se lo ve bien barroco- Francisco de la Torre Setil aparece componiendo entre otras cosas dos como décimas octosílabas.

La una tiene gracia y está bien dicha.
A Cristo y a la Cruz

Son Cristo y Cruz que consuela,
él la víctima, ella el voto;
ella nave y él piloto;
ella el árbol y él la vela;
él los cortes, ella tela;
ella la vara, él la flor;
ella el cayado, él pastor;
ella el cetro, él noble rey;
ella la tabla, él la ley,
ella flecha, y él amor.
La otra tiene una arista por allí que habría que ver (no porque sea nueva, claro...), y es cuando compara el oficio del teólogo al del político. Dicho sea de paso, no dice nada que no haya dicho Michael Al Pacino Corleone en El Padrino, parte tercera: "...que nadie sepa jamás lo que estás pensando...":
Mal su ciencia desempeña...

Mal su ciencia desempeña
el teólogo profundo
que debe ser luz del mundo
si enseñando, no se enseña;
y al revés, no ha de dar seña
jamás de su oculto intento
el que es político atento:
que en las máquinas que obra
le derribará la obra
quien le toque el pensamiento.