Conviene oír a la Bartoli, en aquella joya de Antonio Vivaldi, que mencioné alguna vez.
Había más cosas allí y en otros lugares de esta bitácora sobre ella, tal vez las encuentre y pueda traerlas, porque son de las que uno quiere conservar. Cosas del futuro perfecto, con suerte.
Algunas, veo, ya no están a la mano. O desaparecieron de la cueva o tal vez las he perdido o prestado, sin acordarme ahora a quién, algo habitual (de ida y de vuelta, no se crea...)
Ahora, mientras con una mano preparo unos papeles para llevar a la cordillera y con otra termino de corregir unos trabajuchos de clases, con la otra revuelvo cajas de discos y archivos y con la otra le sigo el rastro a un ensayo de C. S. Lewis. Porque en algún lugar le he oído decir algo acerca del efecto lacerante y desgastante para el espíritu de la repetición y de la posibilidad de la repetición mecánica. Y hablaba también de la música.
Pero, aunque pudiera tener cuatro manos, apenas tiene uno media cabeza. Y no se puede todo.
Hay millaje por delante para pensar en eso.