viernes, 10 de septiembre de 2010

Chacabuco chacarero

Su sangre es la sangre más al sur que llevo en mi sangre. Al sur del sur, tan cerca de Il Mare, pero entre cerros que se nievan en invierno, con bosques y torrentes de manantiales recónditos de peñas y honduras, al final de los Apeninos.

Se llamó Nicolás, nació en nuestros llanos y hoy es su santo y su cumpleaños, como se estilaba hace 106 años.

Rubión (‘colorao’, dirían los chacareros), unas espaldas anchas, tremendas, en las que cabía todo el trabajo del mundo y dos chicos en andas por lado.

Bueno, sencillo, linda risa, orgulloso de sus cosas, hábil en todas las cosas de las manos, buen carpintero, gozoso de la vida. Un hombre justo. Y recto.

Alegraba de nomás verlo. Y, todavía, recordarlo es para felicidad.

Era hombre feliz. E indoblegable, salvo en tiempo de cosecha, y eso por gusto y amor a la tierra.

De él heredó mi madre los arcanos de plantas y flores. Y de ellos me viene mi amor por lo que crece.

Un héroe para mí, estando chico. Y todavía. Inmenso.

Murió una tarde de enero hace una punta de años. Ayudaba la misa de 7. Murió mientras se rezaba el Padre Nuestro.

Bien por él.

Le vamos a regalar una chacarera al chacarero. Al menos eso.

Después de todo, dicen los que dicen que saben que de Buenos Aires se fue al norte. Que chacarera era en las pampas de los chacareros y chacarera fue a ser al monte de los santiagueños.

¡Y cómo floreció en Santiago!

Que pasen Los manseros santiagueños, entonces.

Y la yapa que venga con el Dúo Coplanacu.








Dios me lo guarde y guarde a los de su sangre.