viernes, 17 de septiembre de 2010

Zajdi

El cine, muchas veces, hace esas cosas: estragos.

Y fue casual, créame: culpa de alguien viendo algo (porque, como siempre, dijera Sartre, el infierno son los otros...)

El caso fue que en una de las últimas escenas de 300 (no insistan: no me sacarán una palabra sobre la película…), la reina Gorgo, mujer de Leónidas, rey de Esparta, recibe la noticia de la caída de los espartanos en el paso de las Termópilas y de la muerte del rey ante Jerjes y sus persas.

La escena viene acompañada por unos sones bastante impresionantes, a mi sabor.



Entonces, empieza el jaleo.

Que Tyler Bates, el musicalizador de 300, en realidad plagió una antigua melodía macedonia. No, que es antigua pero no es macedonia sino búlgara… ¿Búlgara? ¡Ja! Ma-ce-do-ni-a… Que no y no: búl-ga-ra…

Así estallaron los Balcanes y sus alrededores.

Las oleadas del persa y el encarnizamiento del espartano fueron verduras de las eras frente a la virulencia de los cruces entre búlgaros y macedonios por la lírica.

Definitivamente abrumador. Pero también envidiable, no me haga hablar…

La canción original de marras, más allá de cualquier tumulto, es muy para oír y muy sentida. Una especie de Carpe diem amargo, con trazas lastimeras de Ubi sunt? y unas huellas marcadas de triste Tempus fugit.

No me sacaron palabra sobre 300, menos me van a poner a laudar en el asunto de Zajdi, Zajdi jasno sonce...

Sólo diré al pasar que, en el poema, alguien, melancólicamente, le pide al sol que se ponga, a la luna que se oscurezca y al bosque que haga tan brunas sus hojas como la noche, así como se oscurece la vida con la juventud que se fue. Pero si acaso la foresta puede reverdecer, no florecerá la vida de quien ha perdido para siempre los años verdes...

Hace ya varias décadas, búlgaros y macedonios cantan una versión que compuso el macedonio Aleksandar Saraievski y que se ha vuelto muy popular (aunque a las trompadas, claro...) en los Balcanes y en la propia Bulgaria.

Desafiante, dejo aquí dos modos de cantarla. La primera es una versión más bien macedonia. La segunda, tiene los tonos inequívocos de El misterio de las voces búlgaras.






¡Ah! ¿No le dije?

En la música de la película, la que canta el brano de la discordia es ni más ni menos que Azam Ali, una cantante…persa.