martes, 28 de diciembre de 2004

En la revista Jauja, Castellani publicó este poema de Giovanni Pascoli.
Gesù

E Gesù rivedeva oltre il Giordano
campagne sotto il mietitor risorte:
il suo giorno non molto era lontano.

E stéttero le donne in sulle porte
delle case, dicendo: "Ave, Profeta!".
Egli pensaba al giorno di sua morte.

Egli s'assise all'ombra d'una meta
di grano, e disse: "Se no è chi celi
soterra il seme, non sarà chi mieta".

Egli parlava di granai ne'Cieli
e voi, fanciulli, intorno lui corresti
con nelle teste brune áridi steli.

Egli stringeva al seno quelle teste
brune; e Cefa parló: "Se costì siedi,

Egli abbracciaba i suoi píccoli eredi
"Il figlio", Giuda bisbiglió veloce,
"d'un ladro, o Rabbi, t'é costì tra' piedi.

"Barabba ha nome il padre suo, che in croce
morirà"... Ma il Profeta, alzando gli occhi:
"NO", mormoró con l'ombra nella voce;

e prese il bimbo sopra i suoi ginocchi.

En realidad, lo transcribo tal como está allí, pero hay algunas erratas en el texto; aquí está mejor.

También trae la revista una traducción libre, que Castellani firma con su pseudónimo de Jerónimo del Rey, y que, aunque vale por otras razones, no me parece del todo feliz porque es demasiado libre.

Y el texto vale lo suficiente por sí. Es un poco difícil traducir este poema. No me atrevo a hacer el trabajo que hizo él, apenas cuento aquí de qué trata, y que me perdone Castellani si lo corrijo.

Anda Jesús por el Jordán, próximo a su Pasión. Las mujeres, a su paso, desde las puertas de sus casas lo saludan: '¡Salve, Profeta!', mientras Él, al oírlas, piensa en el día dolororso que se avecina.

Sentado cerca de un granero, alude a la necesaria muerte del grano para que dé fruto, pero está hablando de otra cosecha que no es la terrena.

Niños (que siempre hay), entretanto, corren alrededor y meten bulla, descalzos, medio sucios, despeinados, ruidosos. Los discípulos, algo celosos y formales, quieren que los chicos no molesten ni manoseen al Maestro, no lo manchen.

Jesús, en cambio, los abraza y en nada se preocupa por el manoseo y la impertinencia de los chiquitos.

"Ése que tienes ahí, molestándote, es el hijo de un ladrón: Barrabás, que seguro va a morir en la cruz...", dice celoso Judas.

"No", murmuró Jesús con sombras en su voz.

Y sentó al pequeño inocente sobre sus rodillas.