viernes, 29 de marzo de 2024

¡Ojo al Cristo!




Pender de un leño, traspasado el pecho
y de espinas clavadas ambas sienes,
dar tus mortales penas en rehenes
de nuestra gloria, bien fue heroico hecho;
pero más fue nacer en tanto estrecho,
donde para mostrar, en nuestros bienes,
a dónde bajas y de dónde vienes,
no quiere un portalillo tener techo.
No fue ésta más hazaña, oh gran Dios mío,
del tiempo por haber la helada ofensa
vencido en flaca edad con pecho fuerte
(que más fue sudar sangre que haber frío),
sino porque hay distancia más inmensa
de Dios a hombre, que de hombre a muerte.

En 1600, Luis de Góngora compuso este soneto, Al nacimiento de Cristo, Nuestro Señor.

Por el título se supone que trata de la Navidad y en parte es así. Pero Góngora es barroco, señores, y por eso necesita un poco de vueltas y claroscuros para decir lo que quiere decir.

Y entre las cosas que quiere decir está ese asunto de que la Navidad es más importante que el Viernes Santo. Y, si vamos a ver, que la Resurrección del Domingo de Gloria, porque para resucitar hay que morir. Y hasta más importante que la Redención misma, tal como Dios Padre la quiso y Dios Hijo la realizó. 

Curioso que un barroco culterano como Góngora, sacerdote él mismo –y hasta algo oscuro en sus soledades, me refiero a su vida y no a su obra de ese nombre–, haga semejante salto mortal –elegantísimo, quién lo duda: es poeta notable–, queriendo además caer sobre sus pies garbosamente. Las escenas y pasos crudelísimos de la Pasión fueron asuntos que los barrocos exacerbaron e insistieron en mostrar con sumo arte. Y hasta con "demasiado" arte.

Esta vez, sin embargo, Don Luis desdeña el Viernes Santo en beneficio del 25 de diciembre, creando así una oposición que está en su mente barroca, no en el plan divino para redimir al hombre. Un poco floja la teología del soneto. 

¿Y dónde está el quicio de la torsión de los argumentos a favor de la Navidad?: en los dos últimos versos:
...hay distancia más inmensa
de Dios a hombre, que de hombre a muerte.

Y eso, digámoslo, es verdad para todos los hombres. 

Para todos los hombres, sí, menos para Uno, como ya sabemos. Porque el asunto es que la distancia no es de hombre a muerte, simplemente, sino de Dios a muerte, que es lo que vino a remediar, porque el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, dice el Apóstol. Y porque Dios Hijo se encarnó no para mostrar una proeza, sino para darnos vida nueva, por la gracia que mana de su Pasión, Muerte y Resurrección y que nos desata del pecado y nos libra de la muerte eterna, como dice cualquier buen Catecismo. Cosa que quiso Dios que la realizara un hombre, pero no cualquier hombre que no podría con su muerte hacer nuevas todas las cosas.

Pero allí está Don Luis, haciendo malabares barrocos con 7 naranjas en el aire (y digo naranjas, porque era andaluz de Córdoba el buen hombre...), sin éxito, diría. 

Pero Don Luis no está ahora para poder justificarse (difícil que lo lograra...), así que dejemos lo dicho, que ya está dicho y pasemos a otra cosa.

*   *   *

No quiero hacerme el Castellani mezclando temas y asuntos. Pero tal vez Castellani mismo diría que, si no conociera quién es Don Luis de Góngora y Argote, si no supiera los puntos que calza, se podría suponer que el que escribió el soneto es algún obispo argentino, por lo dulzón y desprolijo del argumento... y lo errado de la conclusión. 

O diría, claro que sí, que es un político argentino el que amañó el argumento. ¿De qué partido, de qué corriente? ¿De veras me lo preguntan? ¿Qué pasa: quieren que su partido "se salve" de la excomunica? Lo siento: porque podría ser de cualquiera, señores, de cualquiera: no se salva ninguno. Ni los cristianísimos ni los ateísimos. Ni los oportunistas un rato cristianos un rato judíos otro rato agnósticos. Ni los fraslafras baba fría que haya en el medio. 

Cualquiera, si cuadra, puede amañar cualquier cosa por un minuto de poder y guita

Figúrense: Góngora, nada menos y en materia tan subida, lo hizo gratis y por convicción. Si acaso sólo por esa cosa dialéctica del barroco de hacer oposición de lo que no se contradice. 

¿Y ustedes creen que no lo haría un político argentino por un cachito de poder –si es total, mejor, claro...–, por unos mangos por izquierda –si son muchos mangos, mejor, claro...–? 

¿Y no lo haría un prelado o un clérigo argentino, con esa formación mistonga que les dan en los seminarios, o los astutos como serpientes (o como palomas, que también puede ser...), por un carguito en alguna curia empingorotada (o en Roma...), para quedar siempre de la vereda del sol o por razones peores todavía, de las que la obsecuencia o la frivolidad son las más ñoñas?

Don Luis, quién sabe por qué (repito que no está ahora para defenderse), creyó que era así la cosa. O que quedaba bien exponerla así. O por seguir su escuela lírica.

Pero no la tendrá tan fácil quien haga lo mismo con el Nacimiento y con la Pasión, Muerte y  Resurrección de Jesucristo, y lo haga por zonzo, por miedoso, por frívolo parlero progresista, o tradicionalista, por libertario, marxista o peronista, me da igual. Y tampoco la tendrá fácil quien manosee cosas de este mundo, gentes, asuntos, bienes materiales y espirituales, con desprecio por lo que las cosas son y desprecio por el tratamiento que merecen. 

Porque en una cosa tienen razón quienes mezclan los asuntos celestes con los terrestres, aunque ellos no lo saben o no les da el caletre o no les interesa saberlo ni para qué les serviría. A los progresistas les encanta desfigurar lo alto para les quepa en lo bajo. Los reaccionarios también acomodan, sobre todo cuando de pesos y poder se trata. Los peronistas hasta una Iglesia peronista hicieron y en eso se parecen a los marxistas, que insisten en tener una iglesia afiliada al partido. 

Pero, digo, en algo tienen razón, aunque al revés de lo que piensan: Todo pende de lo Alto. A Dios no se le escapa nada. Y Jesucristo es el Rey de todo y de todos. Entonces es verdad que lo alto y lo bajo tienen un hilo potente que los une.

¿No se venden dos pajarillos por un as? Pues bien, ni uno de ellos caerá en tierra sin el consentimiento de vuestro Padre.
En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados.
No temáis, pues; vosotros valéis más que muchos pajarillos.

Eso dice Jesús a los discípulos (Mt. 10, 29-31) cuando los manda al mundo y de paso les da una clase de teología. Y de Doctrina Social, en todo ese capítulo.

Así que hay que prestar atención, señores. 

¡Ojo al Cristo, señores!

Dios nos libre de decir pavadas.