sábado, 16 de marzo de 2024

Avalon




Mientras repasaba algunas cuestiones del Ciclo de Arturo para unos trabajos, di con Avalon. 

En la noble tradición literaria, la isla es un lugar místico, mágico, feérico. Como les guste más. Guardiana de Excalibur, preñada de trascendencia, origen y puerto final a la vez, y así.

Para algunos, cuidado por hadas y seres feéricos, allí descansan los restos de Arturo. Para otros, allí duerme simplemente el rey, que se despertará y volverá a Inglaterra cuando sea preciso y se lo precise.

Y ya sé que estoy simplificando despiadadamente. Porque el asunto que se me cruzó es otro. 

De algún modo parece que en la vida argentina debe haber influido fuertemente el Ciclo de Arturo: todos esperan que resucite alguien o algo. O que vuelva alguien o algo.
 
Qué fastidio esas cosas místicas, de místicas mistongas y frivolonas. Arturo es un asunto de veras serio. Y Avalon no es un juguete para semibrujas new age de barrio.

Pero, en nuestras cosas políticas (no solamente en eso...), parece que así es acá: siempre esperan que de algún modo resuciten algún Arturo y alguna Guinevere: que resuciten Alberdi o Roca, Perón o Eva, Irigoyen o Alfonsín, Bakunin o Trotsky, Sarmiento o Rosas, San Martín o Rivadavia. Y que la Espada resucite del Lago y se reconstruya Camelot resucitado. Cualquier Camelot: descamisado o liberal, trosco o radical. 

Pero una cosa es Arturo de las sagas y su altísimo sentido. Otra cosa somos nosotros: si Arturo es un aquetipo, si Camelot es una Casa Rosada arquetípica (disculpando la comparanza...), si Avalon es una isla arquetípica, una cosa son los arquetipos y otra cosa somos nosotros.

Dicen que Chesterton lo dijo, otros que Gustav Mahler la solía decir, otros más precisos dicen que lo dijo Jean Jaurès el 21 de mayo de 1910 ante el Parlamento Francés: “la tradición no consiste en la adoración de las cenizas, sino en la trasmisión del fuego”.

Como quieran. La frase dice algo que puede muy bien aplicarse (después de discutirla un poco, si les place) a esto que voy diciendo.

Porque más bien los arquetipos son modelos de lo que se ha de ser o hacer, no servilmente sino formalmente, floreciendo de su raíz. Ni son cosas mágicas que han de volver y tomar nuestro lugar para ser o hacer ellos lo que deberíamos ser y hacer nosotros.

Pero se ve que los hijos bastardos del Avalon mistongo creen en las hadas que no existen y no creen en las hadas que sí existen.

Mejor sigo con Arturo. Hasta luego.