miércoles, 13 de marzo de 2024

Los Puertos Grises

                                 

 

                                              In memoriam John R. R. Tolkien.

 
                          I

Quién sabe en qué momento, alguna tarde
el eco presentido tanto tiempo
pareció casi oírse. Hubo un silencio.
Se detuvo el rasguido de la pluma.

Se alzaron unos ojos asombrados.
Hubo una línea que quedó inconclusa,
y la música esquiva que rondaba.

No era el ruido del agua de la lluvia
que cantaba en el vidrio esmerilado,
ni las voces del leño incandescente,
ni el exacto latido del reloj.

Tal vez alguna flauta, que gemía,
y unas cuerdas antiguas.
Y más lejos, afuera, en otra parte,
las dos notas de un cuerno, y un galope.

La mano resbalaba hacia la pipa
que descansaba en la madera oscura.
La lámpara dejaba en la penumbra
casi toda la estancia.

El aire se poblaba de presencias
que urgen y convocan. Que me buscan.

Estaba tan cansado... No quería
más que oír esa música, y marcharse.
No importa ya el relato inacabado.
La voz que le dictaba ennmudecía,
y el otoño no dura.

La vería otra vez, como en el cuento,
iluminando el claro con su gracia.
Y allí sabría el final de las historias,
el secreto del árbol y la hoja,
y allí estaba la fuente de la música.


                          II

Imágenes, nostalgias que lo queman.
Chalecos de colores, y tabaco,
cerveza, los amigos, y en el vano
de la puerta es su sombra la que cruza.

Es suyo ese murmullo de las sedas,
los pasos familiares, en el cuarto,
cuando todo se aquieta.

Las risas de las flores en el vaso
calladas hace tiempo, y las tijeras
que duermen con dedales y con hebras
parecen despertar.

La mano ya se apoya sobre el hombro
y los ojos de siempre
recorren esas líneas que la nombran.
El roce de una tela, y ese brillo
de su sombra en la mesa.

Es ella que me llama. Y un caballo
me espera en algún sitio. Hay una nave
acunada por olas de ceniza
junto a un muelle de piedra. Y hay figuras
"contra un cielo de tarde que se muere".
Aquel gigante que dibuja cruces
de fuego con el ascua del cigarro
espanta los espectros enemigos
que rondaron en vano por mi puerta.


                     Envío.

Y lejos, en el sur que no conozco, 
algunos me leyeron.
Entonces saben que la sombra pasa,
que hay cosas intocables en lo alto,
y amigos donde no se los espera.

Afuera están la pena y la tormenta,
mientras acaban de limar un verso.
Ya se han puesto de acuerdo en una rima,
y en el número impar de las almenas.
Apartan los papeles en la mesa,
levantan unos vasos, y sonríen.


J O R G E   N O R B E R T O   F E R R O


El Druida, I.
Septiembre, 1991, páginas 39-44.




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(El original mecanografiado por Jorge lleva por título El ocaso del poeta y conmemora el 18° aniversario de la muerte de John R. R. Tolkien, el 2 de septiembre de 1973.)