lunes, 4 de marzo de 2024

Su no fingida voz



XXXIV

El ojo enamorado ata los cielos y la tierra,
el ojo enamorado desnuda tierra y cielos: cielos unos de otro sobre la tierra.

Y hermosa es la atadura de los cielos, real el día,
real la noche de los cielos.

Hermosos son los cielos acabados donde no caen
desatados los días y las noche.
Real el día, real la noche.
 
XXXVI

Pongo este llanto de mi llanto por todas las soledades que esperan las bodas de la tierra.

Pongo este llanto de soledad perfecta;
pongo este llanto dichoso de mi alma;
pongo este llanto de acabado recogimiento por el árbol caído y el animal caído,
por la tierra caída del éxtasis más alto de su nacimiento.

Pongo este llanto de mi llanto por las soledades en la dichosa semejanza:
soledad de los ríos y las lunas en la dichosa semejanza;
soledad de los ríos y los soles en la dichosa semejanza;
soledad de los ríos y los soles de ríos y de lunas y de soles en la dichosa semejanza.

Pongo este llanto por los ríos; pongo este llanto
por las lunas; pongo este llanto por los soles.


XXXVIII

Vuelvo mis ojos sobre mis ojos mansos;
vuelvo mis ojos contra la noche obscura.

Tuvo cuidado mi soledad; tuvo cuidado mi pavor de soledad perfecta.

Después de toda la tierra rebosan las albas;
después de todas las estrellas ha sido en mí la mano sobre mi noche obscura.

Pongo mis manos reflorecidas en la mano.

Darán los montes paz a mi vuelo, paz de misterio en su misterio.
Sean los montes de la paz los montes que huyen en la noche con pies de ciervo.
Sean los montes de la paz la piel que vista a las criaturas.

Huye la muerte en cada muerte.
A su alegría desnuda corren las desnudeces de las mañanas.

En una misma soledad corren los mundos.
Ha de venir la voz entre mis voces desde la paz venida de los cielos.
Ha de venir mi voz tras de las voces de la voz
perfeeta.

Hágase la belleza de la tierra y el cielo;
y vengan a nos en la misma belleza las mañanas de todas las criaturas
que están llenas de gracia,

Venga a nos la belleza entre todas las albas, 
el alba que no nos deja caer en nuestra noche.

Te doy el llanto de mi llanto
puesto en amor que espera las cosas levantadas en albas.

Aquella voz, aquella estrella de tu llanto.


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Estos tres poemas son de Jacobo Fijman, incluidos en su libro Estrella de la mañana, publicado en 1931.

Creo que es una expresión verdaderamente mística, sin fingimientos de la voz y con más en el alma y en la mente y en el corazón que lo que las palabras verdaderas dicen. 

Creo que leer a Fijman no sólo apacigua y ordena cualquier inquietud mundana. Deja a quien lo lee mano a mano con el auténtico mundo espiritual, cara a cara con la hondura del espíritu y la pureza de la voz.