miércoles, 27 de marzo de 2024

Los odios de los amores (I)




A la tarde te examinarán en el amor, dice san Juan de la Cruz en uno de los avisos espirituales (el n° 59) que se conocen como Dichos de Luz y Amor.

Tarde y amor son las palabras que hay que mirar. Examen es importante, claro. Pero tarde y amor son más importantes.

¿Qué es la tarde que dice allí? El final, lo último, la caída de la vida: Así como el árbol cae, ya sea al norte o al sur, así queda tumbado, dice el Eclesiastés. Es la tarde. Y a la tarde es el examen. Y en ese último texto, creo, así como cae se refiere a lo mismo de lo que estamos hablando.

¿Sobre cuál amor será el examen? San Juan de la Cruz completa el mismo aviso diciendo: aprende a amar como Dios quiere ser amado y deja tu condición. ¿Y los demás amores? También son tema de examen, dice un servidor (y Lewis y Castellani...). Pero me permito agregar: también el amor que terminamos amando, en la tarde misma, el último amor. ¿También un amor humano? También. Que si es amor, no puede ser uno sin el otro, el terrestre y el celeste.

Pero.

Hay mucho para decir sobre el amor, en muchos sentidos y planos. 

Una sola cosa aparto ahora: el odio de los que aman.

Una de las formas de "amar" que se ha repetido en los últimos años (aquí, al menos, en las pampas...) es precisamente la "necesaria" presencia del odio en relación con el amor. Principalmente en la política. Y eso abarca desde la Iglesia al mundo político y social.

Es decir: el amor aparece como contraparte de lo que se odia y viene inmediatamente después del odio, que causa eso que llaman amor. Curioso, sí. Pero pasa y, en muchos casos, es lo que pasa.

Muchos son los que aman lo que aman porque odian lo que odian. Y aman odiando. Y se les nota. Y llaman amar a una especie de abrazo furioso de lo opuesto a lo que odian. Y se les nota. Y más destemplado y furioso se vuelve eso que llaman amor, cuanto más los exaspera y los ciega aquello que odian. Y se les nota.

Creo que es efectivamente así. Y si es así, no sé si se puede catar con aproximación siquiera la calidad de esos amores. En buena medida, porque se nota demasiado lo que detestan los amadores cuando dicen amar. Y queda un pasticcio que hasta un poco fraudulento diría que es.

¿Cómo será el examen de esos amores en la tarde? No lo sé. Puedo hacerme alguna idea de qué pasa cuando se ha gastado buena parte de la vida diciendo amor, mostrando amor, pero con el impulso raigal y existencial de un motor poderoso: aquello que se odia.


(Continúa)