domingo, 21 de octubre de 2018

Apetitos




Cuentan que Roy Campbell tuvo que irse de la Provenza, en la que vivía con su familia, por una cuestión judicial -una cabra suya había destrozado un plantío-, lo que suponía una multa que en esos tiempos no podía de ningún modo pagar, razón por la cual, para no caer preso, se fugó solo a España y recaló en Barcelona, donde se uniría con los suyos meses después.

Pero ocurrió que, una vez allí, se cansaron de la ciudad condal y se fueron a Altea, cerca de Alicante, un pequeño pueblo, donde toda la familia abrazó el catolicismo. Todo eso fue en la primera mitad de la década de 1930.

Traigo el episodio a cuento porque me enteré hoy de que el ayuntamiento de Barcelona -con la alcaldesa Ada Colau al frente- quiere cobrar a la Iglesia Católica multas de 36 millones de euros por derechos de obra desde 133 años atrás a la fecha, por la construcción todavía inacabada del majestuoso templo de la Sagrada Familia, el emblema que Antoni Gaudí le dejo a la ciudad. Hay un plan de trabajos para terminar la dimensión vertical del templo en 2026 y quedan pendientes las obras en los alrededores, que figuran en el diseño original de Gaudí.

Todo el mundo sabe que el templo es visitado por millones de personas cada año y que es por lo mismo una de las atracciones mayores de la ciudad. Razón suficiente para despertar los apetitos de oro de cualquier funcionario municipal, de izquierda como en este caso, o de las derechas. Porque en esa hora se hacen amigos... 

Supe al mismo tiempo que un periodista italiano propone desmontar piedra por piedra el templo expiatorio de la Sagrada Familia (como se traslocó para la construcción de la represa de Asuan el templo de Abu Simbel, dice) y llevarla a Italia para evitar el pago, aplicando esa cifra al traslado. Tratándose de un italiano la razón no podía ser otra:
L’amministrazione (di sinistra) avrà le sue ragioni burocratiche, ma altre ragioni molto più alte e nobili dovevano prevalere: quelle della bellezza, dell’arte e della storia. E poi c’è il buon senso che avrebbe dovuto sconsigliare una tale controversia.
En resumidas cuentas: parece que hizo bien Roy Campbell en cansarse de Barcelona y mandarse a mudar a una granja apartada, de la que dijo tiempo después (hablando de su conversión):
Vivimos durante un tiempo en una pequeña granja en la sierra de Altea, donde los trabajadores eran mayoritariamente buenos católicos, y había como una fragancia y frescura en su vida, en su coraje, en su reverencia, que nos ganó a todos de forma imperceptible.