sábado, 17 de enero de 2009

Día 17

“Día 17. La crítica constructiva, ¿ha construido algo alguna vez?”

No creo, vea. Y ya que lo pregunta le digo que me parece que definitivamente no, don Braulio: la crítica constructiva no ha construido nunca nada.

No se asombre: usted sabe que, en buena ley, la crítica es como el momento destructivo del discurso racional, es el momento del desmonte para ver de qué está hecho el campo, es cuando se rotura la tierra en la que si acaso se echará semilla. La crítica, en buena ley, separa –analiza–, ve las partes, desata.

Pero esta Florecilla, así como la ven, viene de los tiempos en que la expresión estaba de moda.

Era una forma –permítame que la tenga por hipócrita– de demoler sin más con cara de ayudar a levantar un edificio mejor; y a veces una forma cualquiera, pero con nombre filantrópico, de salirse con la suya.

Es la abuela del pensiero debole, por ejemplo, y no es una abuela muy respetable. La anciana desprejuiciada del nieto desprejuiciado.

Creo, además y principalmente, que crítica constructiva es el nombre que cierta pusilanimidad algo perversilla usó para sustituir otra expresión: la verdad en caridad.

Pero por abajo igual se le ven los tobillos. La crítica constructiva está pensando por una parte en la construcción de alguna cosa, y por otra parte busca y necesita un socio para hacerlo. Ambos, condición sin la cual no es posible, tienen que estar dispuestos a derruir. Es también, y por esto mismo, el sustituto de la dialéctica en su prístina intención y modalidad, pero es la versión deformada, porque no hay crítica constructiva posible sin un cómplice. Y un cómplice no es lo mismo que un interlocutor.

Basta que se meta el binomio en juego para que el coparlante entienda lo que tiene que hacer. Tendrá que avenirse más bien a que armemos de nuevo el asunto, que veamos si poniéndole al asunto la cabeza en los pies y las manos saliendo de las pantorrilas, llegamos a un acuerdo y a algo que valga la pena.

Se me da que la crítica constructiva no es lo suficientemente valiente como para cribar las cosas, y ver que ve y que se puede ver, pero se envalentona creyendo que con ellas puede construir cualquier cosa.

La crítica constructiva no critica, combina. Y tampoco construye, sino que arma más bien con los fragmentos de la demolición un nuevo objeto que, por alguna razón, le parece mejor que lo que habría visto si se hubiera atrevido a mirar.

Hay una versión benéfica de la crítica constructiva, pero no se llama así, ni hace lo mismo.