sábado, 27 de enero de 2024

Invitación al País de las Hadas


Cada hombre que viene a este mundo
debería visitar, siquiera una vez,
el País de las Hadas.

Cada hombre que viene a este mundo
está invitado, si presta atención.

Recibe una invitación cada día, 
serena y diligente cada día,
a cada hora, a cada instante...

Un canto matutino: zorzales y jilgueros; 
un aire leve y fresco en la tarde soleada, 
el aroma del pasto recién cortado, 
o el pan tostándose sobre la hornalla;
lo invita el agua, la madera en el fuego;
la risa de un niño, 
lavandas, hibiscus, geranios;
el silbido de un viejo en su taller, 
la última luz del día, 
la tormenta y el relámpago;
el beso.

Cada hombre que viene a este mundo
debería visitar, siquiera una vez,
el País de las Hadas.

Debería conocer, siquiera una vez,
las raíces de la primavera,
el árbol que da el fruto de la alegría;
la mano que cura la herida,
el amor fiel y su obra;
la caricia que calma el dolor, 
el silencio de la noche bajo estrellas por millares,
la soledad feliz del abrazo verdadero,
la quietud del alma,
la caridad callada de la belleza,
la caridad.

Cada hombre que viene a este mundo
tal vez ha visitado, siquiera una vez,
el País de las Hadas.

Y no lo supo.

Una vez (y mil veces),
fui por el pórtico de tus ojos
al País de la Hadas.

Así aprendí por qué
cada hombre que llega a este mundo
debería visitar, siquiera una vez,
el País de las Hadas.