viernes, 10 de noviembre de 2023

A ver esto de la Universidad del Sentido (II): Algo sobre Mar del Plata


Sabía que me hacía acordar de algo.

Fue hace unos años. Me junté a almorzar con uno de los responsables de la universidad de Fasta, de Mar del Plata, que quería conversar sobre un proyecto cultural-literario. Trabajaba cerca del río en aquel tiempo, así que lo llevé a una trattoria simpática y sencilla, casi sobre el agua misma.

No sé qué fue de aquel proyecto porque me desentendí del asunto. Pero, casi al final del almuerzo, ya hablando de cosas sueltas, me expuso su idea de cómo cambiar las materias teológicas que andan por las carreras de la universidad y pasar del formato habitual –que le parecía improductivo o ineficaz– a una modalidad distinta: dejar que los temas a tratar surjan de las conversaciones con los alumnos, que harían sus propuestas y expondrían sus intereses para formar con eso los nuevos temarios. Tal vez así se llegue más a ellos, fue uno de los  argumentos, visto que el "relleno" de las materias formativas no despertaba suficiente apetito. La cuestión, tal como la expuso, resultaba a mi entender, no solamente en abandonar el formato metodológico de la exposición de asuntos teológicos o filosóficos, sino pensar la realidad a partir de las cuestiones que les interesan a los jóvenes. Y apartar lo que no les interesa. Dicho eso, y a decir verdad, me pareció algo ingenua o acaso superficial la razón de que, con esa nueva metodología, se llevaría a los jóvenes a la teología.

En cualquier caso, lo que opiné entonces, y le dije, es lo mismo que opino ahora. El invento de la Universidad del Sentido me lo trajo al primer plano porque, no sólo las palabras de esa canción son casi idénticas en ambos casos sino que, además de la letra, la música es la misma. Tampoco sé si aquella idea cuajó en la universidad de Fasta, de entonces a hoy, o si mi interlocutor fue cambiando de idea. Aunque no me extrañaría incluso que, ahora, por su parentesco con el sentido nuevo del sentido que propone Francisco papa, cobre impulso, si no lo hizo ya. Pero de cierto no lo sé.

Como sea, lo que le dije entonces, en suma, es que no veía la ganancia, si el propósito era tratar de aumentar el interés casi nulo del alumnado por esas materias. Porque lo que está en juego no son materias, ni solamente, ni simplemente. 

Para ser breve ahora, argumenté que, precisamente, una de las cosas que deja a los jóvenes a la intemperie del sentido (del sentido más hondo y necesario para vivir), es que los temas que suelen preocuparles y los tópicos con los que piensan o sienten esas cosas, están, como ellos mismos, habitualmente huérfanos de una imprescindible columna vertebral, en primer lugar, y de ideas y formulaciones que podrían llegar a servirles para entender el "cosmós" del mundo, en segundo lugar. No sólo para entender la naturaleza de la historia desde el punto de vista teológico, sino para ordenar lo circunstancial y episódico con la referencia de lo raigal y permanente. Esto es: vivir de acuerdo con el sentido de la existencia, desde la creación hasta la resurrección de los cuerpos, la vida eterna. Y amén.

En síntesis: perplejidades ya tienen, confusiones ya tienen, angustias ya tienen, hedonismo ya tienen, consumismo ya tienen. Es decir, tienen un sumario de asuntos, pensados de una determinada manera, que conforman nada sutilmente la dictadura de un pensamiento que se pretende único. Un modo de ver la realidad que les habla y desde el cual hablan. Un pensamiento que se difunde e impone desde casi todas las bocas de expendio que los mismos jóvenes frecuentan y prefieren para "conocer" la "realidad" y obrar según lo que "conocen" de la "realidad".

Lo que mayormente no tienen es lo que convendría ofrecerles. Lo que se ha olvidado, suplantado o desplazado es lo que hay que ofrecerles. Lo que no tienen: lo que ya ni siquiera la propia Iglesia con sus propuestas educativas les ofrece.

La horizontalidad del mundo necesita de la verticalidad de la realidad, para que al menos se entienda que en ese cruce –en esa Cruz– hay un misterio que traspasa la historia y que tiene en el Logos el principio, el medio y el fin del sentido. En la historia y en este mundo temporal, y antes y después del tiempo.

Pero hubo algo más. Contemporáneamente, en esos mismos días, entre los alumnos del 6to. año secundario del colegio católico parroquial en el que daba clases (y en el que la casi totalidad se había formado desde los 5 años), había hecho una especie de encuesta acerca de cuáles eran los problemas del mundo, los verdaderos problemas del mundo, aquellos que verdaderamente hacían la vida humana más angustiante y difícil, los que realmente necestian entendimiento y solución para procurar que los hombres tengan una vida buena y no solamente una buena vida. Fui particularmente insistente en esa distinción que, obviamente, va mucho más allá de un aparente juego de palabras y que es verdad antigua y cierta. 

Las respuestas generales (todas menos una...) fueron una confirmación de mi argumento y, por eso mismo, le conté esa experiencia reciente a mi interlocutor.

La desaparición de los bosques, la falta de reciclado, el descuido del agua, la pobreza, la discriminación, tirar plástico en el mar y en cualquier parte, no usar productos biodegradables, el bullying, la violencia de género. Y, no: no esperen asuntos de otro calado. Eran esos. Y sólo esos (menos en un caso, repito, que fue algo más lejos y hondo, aunque no tanto...).

Ahora, unos cuantos años después, el resultado de la encuesta (que me sorprendió y me conmovió por lo uniforme y chato...), algo que había sido el disparador para tratar asuntos de Doctrina Social, se me hace repetido y amplificado, ya no como un diagnóstico del estado mental y espiritual de los jóvenes, sino como un "entusiasta e innovador" proyecto educativo de inspiración y promoción papal. Y, para entender esta última calificación, sugiero, a quien no lo haya hecho, tomarse el tiempo de leer los contenidos de los enlaces que dejé en la entrada anterior de esta serie.

Así las cosas, es posible –acordándome de aquella charla en aquel almuerzo– que tenga sentido la elección de Mar del Plata para iniciar efectivamente las operaciones de la primera sede de la Universidad del Sentido: al parecer, tiene los elementos y los agentes necesarios para que pueda prosperar un proyecto acofensional y horizontal, como el que han inaugurado allí hace unos días.