miércoles, 15 de noviembre de 2023

Florecillas electorales para el mes de noviembre (III): Brutti, sporchi e cattivi




Feos, sucios y malos. En italiano suena magníficamente bien, magníficamente mejor quise decir...

La película de Ettore Scola es de 1976 y la actuación de Nino Manfredi es colosal. La remasterizaron (questa brutta parola...) no hace tanto.

¿Qué? ¿Si voy a comentar el filme? De ninguna manera. Sólo me interesa la tríada del título. Ustedes, compagni, véanla si no la vieron, vale la pena, incluso porque dice bastante de nosotros los argentinos.

Es que me acordé de esa tríada porque está ese asunto vigente y machacón de que Javier Milei está loco, es un mentiroso y será un inútil cruel: pazzo, bugiardo e inutile crudele.

Será o no. Pero lo que pasa es que creo que las tres cosas no se puede a la vez. Si está loco no puede ser mentiroso, por ejemplo. Si es un inútil, ¿qué crueldad le saldría bien o a quién podría engañar?

Ettore Scola, para titular la película, juntó tres adjetivos que pueden convivir. Es verdad que Scola no estaba en campaña (y no era peronista, obviamente...).

Pero Sergio Massa, principal pero no únicamente, acumula munición contradictoria sin problema. Munición útil. Porque lo que le interesa es la munición. Alguna de las tres cosas puede que le pegue. Y él quiere a como dé lugar eliminar a su enemigo en beneficio de sí mismo. La pureza o lógica de sus calificaciones o argumentos no son una preocupación de campaña. No sólo para el peronismo, se entiende. La lógica interna del sistema político no sólo lo permite: lo exige.

Personalmente –aparte el hecho de que el argumento me tiene harto–, no creo que Javier Milei esté loco. Tiendo a pensar que un loco no tiene sentido de la realidad, está desconectado, como diría Chesterton. No que no pueda razonar: puede, claro que sí. Y eso –otra vez GKCh– porque lo único que le queda a un loco es la razón razonando en seco, sin el lubricante de lo real, pura intramentalidad donde todo es posible y donde todo puede ser lo disparatadamente irreal que quiera el loco.

Pero lo cierto es que Javier Milei es un liberal libertario y es un error o una astucia rastrera identificar eso con una patología mental. Como liberal libertario tiene un cuerpo de ideas –que son el núcleo duro de su doctrina– acerca de lo que es la sociedad, de lo que debe ser. Y de lo que debe ser la economía (primero, la economía, siempre..., ay), la política, la educación, la cultura, la religión y el deporte o el espectáculo. Es un corpus, ¿se entiende? Un sistema homogéneo, que se estructura a partir de concepciones. Un organismo que, como todo organismo, funciona orgánicamente, con una coherencia interna que organiza el conjunto y que en la palabra y en la accción desborda hacia el exterior, de acuerdo con principios, apotegmas y hasta pseudodogmas, que rigen y articulan el pensamiento y la acción. Y a veces hasta los afectos.

Eso no es locura. Como la ideología marxista no es locura stricto sensu. Milei y cualquier marxista están igualmente locos, si la locura supone ese dar la espalda a la vera y entera realidad del hombre, de la sociedad y del completo universo, por razones ideológicas. Inmanetismo, historicismo y materialismo son una estructura bastante pobre de lo real, en las cosas y en la historia. Pero no parecen locuras y hasta suenan sesudas, filosóficas, imponentes y sensatísimas a muchos. Pasa que sin esas tres notas el marxismo no existiría. Y el liberalismo tampoco, dicho sea en su homenaje. 

Claro que si usáramos el sentido cristiano medieval de loco y de locura no se salva nadie. Pero no es en ese sentido en que se dice que Javier Milei, por lo que dice y propone, está loco. Las clínicas psiquiátricas de la URSS estaban llenas de locos parecidos a Milei y su patología era simplemente oponerse a la ravolución bolchevique y a sus inmensos beneficios para el pueblo ruso y aledaños... (risum teneatis).

¿Loco peligroso? Paso lo primero, concedo bajo condición lo segundo. Si no lo hubiera dicho tantas veces, lo diría por primera vez: lo que alguien piensa y propone es lo primero que me tomo en serio en el análisis. Y haría lo mismo con un maoísta, un masón o un realista ortodoxísimo y prístino en su doctrina. 

Milei es consecuente con ideas que no son propias, que él no inventó. Será conveniente calificar de locura esas ideas. Pero no es verdadero. Porque la palabra que habría que usar podría ser perversión y no en sentido clínico. Sostengo que las ideas de Milei, como las del peronismo o del marxismo, son en definitiva perversiones de ideas mejores. La indignación ante la injusticia, el bien común, la libertad, la propiedad, la representatividad política en la sociedad.

Detrás de la concepción liberal libertaria hay una idea pervertida y pervertidora del hombre y su vida en sociedad. Esa idea puede desnudarse hasta hacerla patética, puede deformarse hasta hacerla monstruosa, puede tergiversarse hasta hacerla ridícula. Lo que se quiera. pero es verdaderamente una concepción.

Y ha ocurrido, desde que apareció Javier Milei y se puso a hablar, que hay quienes –ya lo dije varias veces– oyen palabras que les suenan conocidas porque las oyeron en otros ámbitos, en otros contextos y, lo más importante, con otros significados. Libertad y propiedad, por ejemplo. Y es el ejemplo capital en el caso de Javier Milei. Y es una de las razones por la que muchos conservadores lo siguen. Personas que confunden el significado de las palabras que oyen, en el mejor de los casos.

Lo que piensa y sostiene Javier Milei sobre esos dos asuntos cruciales no es simplemente tópico, o robótico, o puramente formulario. Lo piensa de veras. Y lo que piensa lo quiere ver realizado de veras.

Quiere ver un día –como repite frecuentemente– a todos cuantos más mejor abrazar lo que llama (ahora sí con un slogan descafeinado) "las ideas de la libertad". Quiere, como dijo hace poco con entusiasmo más parecido a una visión dorada, ver pronto a los jóvenes marchar por las calles con pancartas que digan "¡Viva Alberdi!". Y lo quiere de verdad, no porque no le dé bien el psicotécnico.

Es fácil decir que está loco, es fácil consolarse como hacen algunos hipócritas diciendo que "muchas de las cosas que propone no va a poder hacerlas, pero no importa, hay que votarlo lo mismo..." Es fácil asustar con la figura algo ridícula de un sujeto que pareciera que "se produce" precisamente para ser ridiculizado, para ganar con esa extravagancia el aire disruptivo que ha adivinado o intuido o que le han dicho que es lo que la apatía doliente de los más (y de los más apáticos, los jóvenes) pide, como quien pide una gota de agua, aunque sea sucia, en medio del Kalahari.

Otra cuestión es si el organismo personal psicofísico de Javier Milei está desquiciado. Pero eso a nadie le interesa demasiado porque no es ése el psicofísico que interesa demasiado ahora. La calificación y el certificado médico es solamente munición. Un ejercicio de patetismo retórico para producir la pasión que sea más útil en esta hora: el miedo. Milei está más loco porque podría ganar con todo y sus ideas estrafalarias. Milei está loco porque dice odiar a la casta política. Milei está loco porque se exaspera y descontrola. Milei está loco porque se contradice. Milei está loco porque le gusta el rock. Milei está loco porque tiene 5 ó 6 perros vivos y alguno muerto y porque habla o duerme con ellos. Milei está loco porque practica sexo tántrico.

Se me hace demasiado. Para cada una de esas cosas tengo nombres distintos a loco. Y tengo además una lista de personas de todo tipo y en todos los ámbitos de la vida pública que entran a paso firme en cada uno de esos gustos y de otros peores y a los que nadie llama locos, sino que se los aplaude y se los exhibe como arquetipos o se los emula servilmente.

No, repito: no pienso ni creo que Javier Milei esté loco.

Creo sí que, lo consiga o no, está completamente determinado a intentar hacer lo que cree que vino a hacer en este momento de la historia del país.

Y eso se me hace peor que la locura.

Claro que también pasa que Brutti, sporchi e cattivi, es una tríada con la que sin reparo alguno se podría calificar a la inmensa mayoría de nuestra dirigencia en todo ámbito.

Y eso ha llevado a Javier Milei a poder competir por la presidencia de la nación. Pero, a la vez, también eso puede llevarlo a transformarse en breve y muy posiblemente en otro más a quien le quepan sin contradicción alguna los tres adjetivos de la película de Scola. 

Las ideas para que eso pase y sea uno más de ellos, ya las tiene.