lunes, 13 de noviembre de 2023

Florecillas electorales para el mes de noviembre (I)



Tal vez muchos no, pero confieso que un servidor, sí: me están aburriendo estos tipos. Y, aunque no lo espero con alegría, no sé cuándo vendrá lo importante, siquiera algo novedoso, inusual. Hasta ahora, nones.

De hoy en ocho (como dicen en México), todo este carreteo infame será historia, pequeña y sucia historia, sí, pero ya no será. Y lo que venga no tendrá mucho que ver con esto. Todos sabemos que las campañas electorales son el barrio vip de las mentiras, los engaños, la sofística, las zancadillas, los carpetazos. El sistema lo pide, lo exige y lo promueve. Todos sabemos que nada de lo que se dice en ese carreteo es mayormente verdadero. Como sea, un poco de verdad de cualquier tipo ha de haber: nada es químicamente puro en matería de falsía. Pero son simplemente "verdades oportunas", munición, placebos, o como prefieran. Previsible, aburrido. Si no fuera trágico, claro...

Así dicho, de todo este batifondo me quedan al final dos notas.

I. Sergio Massa es el candidato ideal para el peronismo. 

No, por favor: no empiecen con esa pavada de que el kirchnerismo no es el verdadero peronismo. Ni con la otra pavada de que Sergio Massa no es kirchnerista. No voy a gastar un párrafo para complacer a los que defienden a lo que llaman o creen que es el peronismo de Perón, como si fueran guerreros del arco iris defiendiendo a la Madre Tierra. Ni voy a gastar otro párrafo para analizar las "proezas" políticas astutas de Sergio Massa, porque no ha hecho nada que un peronista no hubiera hecho. Nada nuevo, en suma.

Me repito: Sergio Massa es el candidato ideal para el peronismo. Tiene, queriendo sin querer, un gen en su ADN que lo hace peronista en los 360° posibles del peronismo. 

¿Y eso qué significa? Que tal vez quienes ahora parecen muy preocupados por su posible triunfo presidencial, no deberían preocuparse tanto. Sergio Massa en cualquier caso será un custodio inquebrantable de... Sergio Massa. Primero, en el medio y al final. Y eso también lo hace peronista pur sang. ¿Puede hacer mucho mal? Claro que sí, obviamente. Y es lo que mayormente se presume casi con certeza que hará. Pero no creo que eso sea determinante. Bien y mal son resultados per accidens en el peronismo, no per se. Porque el único bien per se es tener el poder y el único mal per se, es no tenerlo. Es decir, en suma: Sergio Massa.

Algunos ven su stand up y se amargan. Otros paladean su stand up y se complacen en sus virtudes... peronistas: astucia, patoteo, eficaz verba hueca, entusiasmo nacional y popular, sarcasmo, patronizing, profeta del verdadero pueblo, dueño de la patria...

Qué decirles: esperen y verán.

Y una cosa más. Quienes se asocien a él, de pensamiento, palabra u obra, y no sean como él y no sean peronistas, serán –hay que decirlo– cómplices de algo más grave que un candidato de oportunidad (porque  Sergio Massa pasará, como bien adivinó Jorge Manrique en sus Coplas, allá por el siglo XV...).

La complicidad será grave y será complicidad con un sentido ramplón de la política y será complicidad mucho más grave con un sistema pervertido y pervertidor. Pero lo más grave es que quienes no hacen otra cosa, ni la proponen ni trabajan para que se logre, más allá de los discursos, en realidad quieren ese sistema y quieren ese sentido ramplón y exclavizante de lo político y de la tarea política.

No basta con poner cara de hombre práctico y sabedor de que la naturaleza del gobierno de los hombres resulta habitualmente en gris, más claro o más oscuro. No basta con sostener como manifiesto de prudencia supuesta que lo posible es la regla y tasa de lo agible en lo político. 

Porque lo que de veras resulta al final, lo que verdaderamente termina pasando, y lo saben, es que los hombres hábilmente prácticos han defendido atrocidades porque, dicen, si no era eso, eran atrocidades peores las que podrían venir. Pero ese gris que han defendido o apoyado está envenenado y envenena. Y lo saben. Pero es así como los hombres prácticos se justifican y cargan sobre sus espaldas sólo las batallas por venir, sin querer cargar con las batallas que pelearon del lado equivocado o perverso, que suelen ser las más.

Y porque resulta al final que eso que llaman hacer lo posible no es la puridad doctrinal, sino que tiene el único fin mayor (importan menos los menores) de mantenerse en la cancha y cerca del fuego sagrado donde se cocinan las cosas. No quedar afuera: eso es en definitiva lo posible en boca de un político prudente y realista, tal como se ve hasta aquí, tal como los conocemos, más allá de sus discursos públicos o privados.

¿Que todo esto que digo es injusto? Lo lamento. No he visto nada que me muestre lo contrario: más tarde o más temprano, los que entran en el barro de la política tal y como la conocemos y se practica de continuo, muestran que tienen su precio, aunque su precio sean esas miserables migajas que manotean agachados en el piso y que caen de la mesa del poder y que les hacen creer que también ellos son comensales en ese banquete.

Si llegaron hasta aquí, habrán notado que todavía no dije nada de la segunda nota, ni dije nada todavía de los liberales, de los libertarios, de Milei & Co.

Es verdad: todavía no.