martes, 5 de abril de 2011

French potatoes

Hay una expresión gala: boire à tire larigot. Al menos así se la encuentra usada habitualmente, aunque no siempre se refiere a beber (boire). Ese à tire larigot quiere decir, simplemente, mucho. Hacer algo à tire larigot quiere decir hacerlo en gran forma, a toda orquesta.

No se ponen de acuerdo los que cuentan de dónde sale.

Dicen unos que el dicho se refiere a un diminuto instrumento de viento, larigot, especie de flauta a la que hay que sacarle su agudo sonido con sumo esfuerzo y dedicación. Si fuera así, el dicho quiere decir que se bebe (se trata de sacar el líquido de la botella…) con la misma dedicación y empeño con que se intenta sacar el sonido de la flautita.

Otros, en cambio, dicen que la expresión original cambió con los siglos y cuentan otra historia.

Odón de Rigaud (o Rigaut) fue un fraile que llegó a arzobispo de Rouen en el siglo XIII. El caso es que donó o hizo traer a la catedral de la ciudad una campana. Bellísima, pero tan pesada que hacerla sonar era empresa poco menos que imposible. Así las cosas, y advirtiendo que la acción se lubricaba mejor con mosto, Odón traía de su finca, en Beaujolais, ingentes cantidades de vino y lo repartía entre los hombres sonadores; con ello incentivaba a los campaneros que, brindando a troche y moche, parece que hacían sonar mejor la campana. Claro que eso solamente ocurría cuando los hombres habían bebido à tire la Rigaud (en francés, claro, suena igual que à tire larigot), aunque en este caso significaba otra cosa, algo parecida a la anterior versión, pero más simpática: beber de tal modo que pudiera uno arrancarle sonido a la campana terriblemente pesada, al tiempo que se sacaba de la botella todo lo que se podía, esto es: mucho.

Gracioso me parece. Y más me lo parece lo que sigue, por lo paradójico, fíjese lo que son las cosas.

Odón, además de notable franciscano, consejero de san Luis rey, representante francés en el concilio de Lyon, teólogo y más cosas, es conocido por haber acuñado una frase filosófica, pues era filósofo famoso también este discípulo y sucesor de Alejandro de Hales: entia non sunt multiplicanda praeter necessitatem.

La idea no es enteramente suya, dicen los eruditos y sostienen que ya está en parte contenida en una expresión aristotélica: la naturaleza toma siempre el camino más corto. Parece que algo parecido anduvo por Maimónides y seguro por Juan Duns, el escocés: Pluralitas non est ponenda sine necessitate.

Hasta que llegó al inglés Ockham en la forma de su famosa navaja: Numquam ponenda est pluralitas sine necessitate. Y, de allí en más, ya con la impronta nominalista de fray Guillermo, hizo una notable carrera entre las togas de este mundo, especialmente en el mundo de los señores de este mundo.

En cada uno de ellos, la frase significa cosas distintas, incluso por motivos diferentes. Y no hay por qué meterse con toda la historia de esta cuestión, que tiene su importancia, cómo que no, porque es mucho lo que muchas de las ideas de nuestros últimos 600 años le deben a la concisa frasecita. Pero sí, por lo menos, debo decir que el principio, en sus formulaciones más duras y recientes, se me hace mezquino. Amarrete, diría.

Y que quede así, por ahora, hasta que tenga un poco más de tiempo para decir por qué anda la cabeza por esos caminos, como al descuido, pero no tanto.