domingo, 8 de mayo de 2005

En la misa de 11, el sacerdote predicó en buena medida teniendo como argumento -y como argumento de autoridad, además- lo que se dice en un artículo de La Nación . Lo citó incluso. Y no está mal que lo haya hecho, salvo porque citó una pavada.

Ya eso de hablar solamente con el diario adelante (de lo que me di cuenta a la tarde, cuando leí ese artículo) me parece un disparate. Después de todo, el domingo de la Ascensión, es el domingo de la Ascensión. Y si hubiera tendido un lazo entre una cosa y la otra -un buen lazo, digo, no cualquier lazo-, pues vaya y pase. En el momento, me dio la impresión de que hablaba 'a poncho', sin libreto.

En el artículo está todo mezclado. Hay estadísticas, verdades a medias, opiniones, referencias históricas, juicios, calificativos, deseos, puntos de vistas personales, análisis. Un poco de todo. Más todo lo que falta.

No deja de tener su interés mirarlo con detenimiento (no ahora aquí, lamentablemente) sobre todo porque tiene un punto por demás importante: la Iglesia y el mundo. Que es lo mismo que decir la Redención, que es lo mismo que decir si sabemos siquiera algo de lo que que Dios quiere.

Tanto más útil habría sido una predicación distinta, creo, cuando entre las lecturas que corresponden a este domingo, la primera, la del capítulo 1 del libro de los Hechos de los Apóstoles, aparece aquella frase impresionante, la pregunta de los propios apóstoles a Jesús resucitado ya y pronto a ascender a los cielos. La pregunta acerca del Reino en este mundo (y del reino de este mundo, también): "Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?"

Tal vez, haciéndole caso al artículo, y lo que es más: haciéndole caso al párroco, cualquier domingo de éstos me quedo leyendo el diario (no sé cómo, porque no lo compro; tal vez en la pantalla...).

Y listo.