Volvía él en auto de Buenos Aires al pueblo, medio apurado, para el almuerzo. Pero alcanzó a ver a la salida de la ciudad esta conjunción de grises y se le quedaron dando vueltas.
Cielo, niebla, río. Un todo...
indiviso; hecho de frío.
Un todo forjado en grises.
Niebla, el cielo. Cielo, el río
y el río color de niebla.
Hechos de otoño, en matices.
Y los tres imperceptibles
y los tres, uno: el otoño.
El cielo se hunde en el río,
la niebla que se hace cielo
sobre ese río de niebla.
Y el otoño que requiebra
con aciertos y deslices
a los encendidos grises.
Del río, el cielo y la niebla.
Tiene razón. No son para publicar.