domingo, 23 de enero de 2005

Y como en todas partes se cuecen habas, me vine a ver cómo las cuecen en otras partes, otras gentes (como dicen aquí).

Miles de kilómetros al norte de mi río y de mi mar, en otro mar y otros ríos; otro hemisferio; otros bosques, otros verdes, otros grises, otra estación del año. Otros aromas, otras facciones (las de la cara y las de los hombres en cuanto se agrupan...); otros sabores y otra luz. Y, lo que son las cosas, ni una sola tormenta veré -si todo es como siempre- en los próximos 40 días.

Misma lengua y misma fe, con todo. Sonidos similares, músicas que tienen melodías de igual tronco y raíz.

Y, sin embargo,...

Parecido no es lo mismo y no se hace el mismo pan con otra harina. Y, si la harina es la misma, el agua, no.

Y, sin embargo,...

Ni si vengo ni si voy, es lo mismo. Ni tan distinto que no suene, ni tan igual que suene. No hay modo de saborear sin que recordemos los sabores que nos son propios. Es imposible no comparar, a pesar de que en materias humanas esté prohibido.

Pues, aquí estoy. Por mi gusto en un sitio que me gusta. Tal vez no viviría aquí, al fin y al cabo y sin tal vez. Pero lo cierto es que no es el primero sino mi quinto viaje.

Lo que es ahora, con toda clase de contratiempos, ayudas amicales y planes complicados pero felices al fin de cuentas, tengo ya una semana en la Nueva Galicia (ah, no..., vagos y comodones a trabajar un poquitín...)

Me queda estar aquí lo que vaya de enero y el febrero que vendrá. Hago lo mío, lo que me queda por hacer, lo único que creo que sé hacer o puedo o me sale. O me piden. O lo que quiero.

Tengo pocos alumnos. Si mido la distancia en centímetros y la divido por la cantidad de alumnos, cada quien se queda multimillonario de distancia. Aun si la mido en metros.

Pocos, pero buenos. Pero lejos. Pero buenos, pero pocos.

Hay cosas que aquí no se puede hacer.

Tomar mate en Nueva Galicia no se puede si uno no se trae su yerba, su mate y su bombilla.

Hasta el teclado se rebela y me marca como error yerba. Si será gringo...

Pero no es cuestión de arredrarse. Con tres kilos de yerba uno llega cómodo hasta la vuelta, aunque aquí le pegue duro al amargo entre una cosa y otra, entre clase y clase. Y aunque no tome solo. Trato de iniciar a los naturales en la mateada, vaya a saber uno por qué (no me gustan los prosélitos), pero mi éxito es casi nulo. Alguno pica, casi ninguno, y algún otro me ve y me reclama la mateada de hace tres o seis años, que por qué no hacemos otra y cortesías así.

Después está el tabaco (hablemos de las cosas que hacen la vida más llevadera). Es bueno, pero el barato y más rústico, el popular. Hasta le dicen 'chala' y todo, de pobre que es el pobre. Pero es rico y sabe a su origen. El rubio, en cambio, es tan yankee que ni cuenta. Hay poco negro fuerte (entonces, y por eso, también la provisión de Caporal tiene que viajar con la de Taragüí o Rosamonte, si uno quiere ir consigo mismo a donde fuere que fuere.) De no, hay que andarse por los importados Monterrey, los Popular o los Romeo & Julieta y hacerle con eso los honores al exquisito y fortísimo tabaco de Cuba. Con un esfuerzo, se llega a los Cohiba (cigarrillos, no cigarros, aunque aquí a los cigarros les dicen puros y, a los cigarrillos, cigarros), y el esfuerzo es en dinerillos, porque lo que es fumar, todos esos se dejan fumar de lo más bien...

No me faltará el geométrico que se queje de las frivolidades de esta bitácora. Pobre de él, si acaso espera alguno que me ponga a hablar ahora de literaturidades, filosofiadas o cosas así.

Porque, ya dije, es difícil hablar de esas cosas además.

Es asunto de ver que haya encontrado, en tantos años, apenas una sola persona por estos rumbos a la que es un real gusto oír hablar con entusiasmo (dije entusiasmo y eso para mí significa una sola cosa) de tales asuntos. Y los esfuerzos que hace por mantenerse erguido...

Es alguien que puede hablar y pensar con libertad, sin ideología, sin malversación, sin esclavitud, si acaso apenas la que todos tenemos de nuestras miserabilidades. Un hombre honesto que verdaderamente busca la verdad que ama y gusta.

Tendré mala suerte, será eso. Habrá y no veré, o no habré visto bien. Pero me da que no hay muchos. Y de lo que hay, me topé con casi ninguno.

De modo que, con todo y eso, vuelta al mate, al cigarro, un poco de música. Y leer y preparar clases. Claro que hay otras muchas cosas. No será hoy que hable de eso. A 1.700 metros sobre el nivel del mar, uno quiere hacer las cosas sin apuro ni ahogos.

Y después de todo, pasar del verano neoatropicalado de mis pagos a un pleno invierno de nieves norteñas y de allí, después del invierno ya aprimaverado, al otoño averanado de mi tierra sureña, tiene sus secuelas. Cómo que no...