domingo, 1 de mayo de 2005

Temporada Otoñal de Sonetos (I)

Un buen amigo está dando unas conferencias sobre sonetos, muy buena idea...

Lo visité porque era su cumpleaños y me regaló (*) los textos que usó en la primera parte de las dos que tiene su exposición (y promete un segundo envío...)

De regalo le llevé, a mi vez, los sonetos al fuego que publiqué en estos días (y, de yapa, la selección de Péguy).

Y sí, Mathoms, como los hobbits...

Hay que copiar algunos de esos sonetos, que creo que no pueden pasar sin ser conocidos o releídos.

Entonces, a la próxima quincena, declarémosla solemnemente: Temporada Otoñal de Sonetos.
I. La lluvia

Bruscamente la tarde se ha aclarado
porque ya cae la lluvia minuciosa.
Cae o cayó. La lluvia es una cosa
que sin duda sucede en el pasado.

Quien la oye caer ha recobrado
el tiempo en que la suerte venturosa
le reveló una flor llamada rosa
y el curioso color del colorado.

Esta lluvia que ciega los cristales
alegrará en perdidos arrabales
las negras uvas de una parra en cierto

patio que ya no existe. La mojada
tarde me trae la voz, la voz deseada,
de mi padre que vuelve y que no ha muerto.

Jorge Luis Borges (De El otro, el mismo)

(*) De algún estante, además, sacó para el festejo una grappa (de cinco uvas distintas) que le habían traído de...¡Kosovo!
42º guerreros, antiguos, extraños...y muy ricos. Le iban muy bien a los sonetos.

Además, era el día del instituto impecable -hay que decirlo- así que nada podía haberme sido más oportuno.