viernes, 2 de junio de 2006

Pot-pourri II (mais non assez...)

Un amable lector me hace llegar por todo comentario a los míos sobre la novísima 'marca país' que ya nos ilustra en el orbe, unos atinados versos tangueros (que a mí me gusta oírlos por el Polaco Goyeneche y después por Adriana Varela...):
No ves que vengo de un país
que está de olvido, siempre gris,
tras el alcohol.
La última curda se llama el tango. Es de Cátulo Castillo con música de Pichuco.

Y para mejorarlo, si acaso es posible, es de 1956.

La letra vale la pena (y el tango, ni les cuento...)
Lastima, bandoneón,
mi corazón
tu ronca maldición maleva...
Tu lágrima de ron
me lleva
hasta el hondo bajo fondo
donde el barro se subleva.
¡Ya sé, no me digás! ¡Tenés razón!
La vida es una herida absurda,
y es todo tan fugaz
que es una curda, ¡nada más!
mi confesión.

Contáme tu condena,
decíme tu fracaso,
¿no ves la pena
que me ha herido?
Y habláme simplemente
de aquel amor ausente
tras un retazo del olvido.

¡Ya sé que te hago daño!
¡Ya sé que te lastimo
llorando mi sermón de vino!
Pero es el viejo amor
que tiembla, bandoneón,
y busca en el licor que aturda,
la curda que al final
termine la función
corriéndole un telón al corazón.

Un poco de recuerdo y sinsabor
gotea tu rezongo lerdo.
Marea tu licor y arrea
la tropilla de la zurda
al volcar la última curda.

Cerráme el ventanal
que quema el sol
su lento caracol de sueño,
¿no ves que vengo de un país
que está de olvido, siempre gris,
tras el alcohol?


Estoy seguro de que hay que ser argentino para entender esto. Y porteño, además. No lo digo ni bien ni mal. Pero es verdad: La tropilla de la zurda..., ya sé, no me digás, tenés razón..., son asuntos intrasferibles difícilmente explicables; también claro para el colmenar turístico que cada vez más fatiga calles y 'tanguerías' a la caza de sabor local.

Uno podrá decir lo que quiera respecto de lo que el tango dice y sobre todo de cómo lo dice -esa prepotencia del lloriqueo, ese lloriqueo balandrón de la prepotencia, tan nuestro...-, pero es nuestro: a ver si nos anoticiamos.

Ahora bien.

No sé de veras por qué, pero mientras oía la versión de Goyeneche para ambientarme en estas lides, fui dejando aparte lo que pensaba decir, tomé por un rumbo insólito -síntesis que uno hace de lo que va leyendo en los diarios y oyendo en las radios...-, y se me figuró una imagen completamente arbitraria y alocada: si Néstor Kirchner fuera mujer, negra, de Alabama y soltera, sería Condoliza Rice.