martes, 12 de abril de 2005

Hoy, a la tarde, amenazó el viento en remolinos, agrisando el cielo.

"Ayer no, pero ahora sí...", me decía: el cielo enojado, despeinado y con cara de que lo habían despertado de la siesta. Y con frío. Mejor todavía: está para la lluvia helada que no cae, la que vuela...

Tampoco fue hoy, malhaya.

Iba caminando por el sur. Deambulando un poco, buscando almuerzo. Me llamó la atención un bodegoncito en Venezuela, llegando a Azopardo. Ínfimo, mantelitos a cuadros, desleídos, sillas de madera, sí...

Pero más me llamó la atención en la ochava de esa esquina una especie de 'munich', uno de esos de ventanas de madera grandes y mucho vidrio, justo al lado del ínfimo, dándole la espalda, medio prepotente -admito- y que resultó ser un bodegón acicalado. Lástima.

Me lo quedé mirando, con un poco de bronca. "Aquí no como...", pensé. Pero lo seguía mirando. Desde adentro, algunos parroquianos y los mozos desde el mostrador, ya me miraban medio feo.

El amador, nombre impresionante. Lo descubrí tarde porque está como biselado en el vidrio y escrito en vertical. Impresionante lo mismo, ya me gustaría a mí poder dar de comer, nada más que para que se me ocurriera ponerle ese nombre al parador...

Hasta que vi el menú del día: tiza sobre pizarrón, un clásico. Letra como caligrafía de maestra.

Y vi más, al final, de tanto mirar.

Lo que es la terrible felicidad, sencilla y emocionante, de encontrar endecasílabos...

Porque con apenas retocar la lista (solamente agregando una preposición y un artículo en una línea) ¡tenía una estrofa de endecasílabos con rima y todo!
Pollo grillé con guarnición de fritas
Milanesa de soja gratinada
Sorrentinos, ravioles, ñoquis, crepes
Mila ternera a la napolitana

Con eso, ya había almorzado.