jueves, 20 de junio de 2024

Sucias banderas




Teléfono para Javier Milei (y para otros gansos..., me refiero a los conservadores, se entiende): no hay nada nuevo bajo el sol.

Los que deberían saber historia y no la saben como deberían, conviene que vuelvan a los libros y releer la historia argentina, al menos nuestras cosas políticas entre 1852 y 1912.

Ahora bien, los que están fascinados con las antiguas "novedades" políticas y económicas de 2024, y que deberían saber historia porque les "interesa" la historia, y que además y para peor se han criado a la sombra del revisionismo mayormente, diría que o son apóstatas o son miopes o no les interesan los hechos y sólo repiten consignas como... gansos.

Por las dudas no lo conozcan, y para que lo conozcan, dejo aquí un par de fragmentos tomados de El medio pelo en la sociedad argentina, un clásico de Arturo Jauretche (foto der.) de hace unos 60 años. que dejó en enlace al pie de esta entrada.

El primer párrafo se refiere a la llegada del conservador Manuel Quintana (foto izq.) a la presidencia, en 1904. La muerte, en 1906 a sus 70 años, se apiadó de la Argentina y acortó su mandato. No es el único ni era muy brillante, pero este petimetre, casi súbdito del British Empire, hizo bastante para que se consolidara en ciertas mentalidades un modelo que ahora se promueve como una novedad revolucionadora (que no revolucionaria...), haciendo "pan de hoy con harina de ayer", diría mi madre, gente de campo.

Quizá una de las páginas más tristes de la historia argentina es aquella entrega de la banda y el bastón que el general Roca hace al nuevo presidente Quintana. Es el mismo Quintana abogado del Banco de Londres y América del Sud que habla amenazado al ministro de Relaciones Exteriores de Avellaneda, Bernardo de Irigoyen, con movilizar la escuadra inglesa por un incidente bancario en el Rosario.

Esos eran sus títulos, y los de gran señor con su atuendo londinense, su oficio y filiación política mitrista que definen su ideología.

Abelardo Ramos (Op. Cit. Tomo II)* nos relata el episodio:

Rodeado de un puñado de amigos y con un velo melancólico en sus ojos saltones, el general Julio Argentino Roca entregaba las insignias del mando al Dr. Manuel Quintana, con su perilla blanca, retobado y despreciativo, enfundado a presión en su célebre levita.

... El mandatario saliente pronunció algunas banales palabras de cortesía. Quintana contestó al ceñirse la banda presidencial: “Soldado como sois, transmitís el mando en este momento a un hombre civil. Si tenemos el mismo espíritu conservador, no somos camaradas ni correligionarios y hemos nacido en dos ilustres ciudades argentinas más distanciadas entre sí que muchas capitales de Europa”. En esta respuesta desdeñosa, Quintana componía su autorretrato: se había sentido siempre más próximo a Londres que a Tucumán. Su alusión al común espíritu conservador no era menos que transparente: comprendía perfectamente el íntimo sentido de la declinación del roquismo y su incorporación al “statu quo” de la oligarquía triunfal.

Del soldado de Pavón, la Guerra del Paraguay, Santa Rosa y la Conquista del Desierto al estanciero de “La Larga”. Lo que no pudieron las armas lo hizo la estancia. Continuaría su hijo el mismo camino de declinaciones que ahora se rubricaban con la traición a Pellegrini.

En su mensaje al Congreso, Quintana sería más concreto advirtiendo sobre el final de toda tentativa de economía nacional. Se imponía reducir los impuestos, ahorrar en los gastos públicos y renunciar a “ciertos excesos del proteccionismo aduanero”. El mismo autor agrega que se renunciaba a la orientación proteccionista que había sido una forma desde la presidencia de Avellaneda en 1875 y que a pesar de su moderación había permitido crear las industrias nacionales en el último cuarto de siglo de la influencia roquista. Quintana agregaría en el mensaje; “... corregir las tarifas de otras naciones y aplicarlas sobre avalúos de verdad... moderar la protección de industrias precarias si hemos de asegurar con ello la prosperidad de las industrias capitales”.

Menciona allí el autor "la traición a Pellegrini". Poco más arriba, hablando de la aparición del roquismo, había dicho Jauretche:

Pero en cambio el interior ha vencido a los portuarios y la federalización de Buenos Aires abre las perspectivas de una visión política nacional sustituyendo la exclusivamente porteña. Otro pensamiento económico que el vigente hasta ese momento acompaña a los vencedores.

Avellaneda, con la modificación de la Tarifa de Avalúos, parece volver a la política económica señalada por Rosas. Están los dos Hernández, Vicente López, Roque Sáenz Peña, Estanislao Zeballos, Nicasio Oroño, Carlos Pellegrini, Amando Alcorta, Lucio Mansilla, el mismo Roca.

Pellegrini sintetizará el pensamiento de esa generación: "No hay en el mundo un sólo estadista serio que sea librecambista en el sentido que aquí entienden esa teoría. Hoy todas las naciones son proteccionistas, y diré algo más: siempre lo han sido, y tienen fatalmente que serlo para mantener su importancia económica y política. El proteccionismo puede hacerle práctico de muchas maneras, de las cuales las leyes de Aduana son sólo una, aunque sin duda la más eficaz, la más generalizada y la más importante. Es necesario que en la República se trabaje y se produzca algo más que pasto"

En el plano de la inteligencia política las cosas han cambiado; la generación del 80 parece no estar arrodillada ante "los apóstoles del libre cambio", como Mitre (* *), ni creer en la ineptitud congénita de los argentinos como Sarmiento. Con Roca llegan al gobierno nacional, si no la "chusma incivil" que dijo el sanjuanino, la "gente decente", los principales de provincia cuyos intereses difieren de los portuarios.

Pero todo queda en vagos enunciados teóricos. Primero la lana, después la carne y los cereales, multiplican las cifras de la exportación; el roquismo, como tentativa de grandeza nacional, se desintegra en las pampas vencido por los títulos de propiedad que adquieren sus primates, ahora estancieros de la provincia.  

*   *   *

Para algunos, lo más grave del kirchnerismo es que fue, casi in toto, corrupto, corruptor, "chorro" y envilecedor. Y eso es parte de esa tara local de ponerlo todo bajo el signo del dinero. No estoy de acuerdo. Lo más grave del kirchnerismo fue el amañamiento de la historia argentina reciente, tanto como el peronismo que lleva en la sangre creó una historia propia que tenía su cumbre en "el General" y sus ideas. La venalidad y la codicia son mucho menores que esa manipulación.

Pero Javier Milei (y su gobierno) se parece a Cristina Fernández en ese mismo amañamiento y en esa misma manipulación de la historia, ahora con un signo opuesto. Ninguno de los dos hace nada nuevo.

Esa machacona voluntad política de darle al pueblo de la nación un destino falso haciéndolo brotar de una raíz falsa, es un pecado político inmenso.

Y los imbéciles de ambos lados tan contentos viendo como tironean del cuerpo de la patria hasta descuartizarlo, para después armar un monstruo que lleva el mismo nombre de Argentina, pero no es la Argentina. 

Estos imbéciles no sé si no son tan o más culpables que los perversos que conducen esa substitución infame.


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(*) Jauretche se refiere al trabajo de Jorge Abelardo Ramos: Revolución y contrarrevolución en la Argentina, 5 tomos, 1960; un ejemplo de mezcla de criterios marxistas en historiografía aunados al denominado "pensamiento nacional".

(**) "Cuando nuestros guerreros vuelvan de su larga y victoriosa campaña a recibir la larga y merecida ovación que el pueblo les consagre, podrá el comercio ver inscriptos en sus banderas los grandes principios que los apóstoles del libre cambio han postulado para mayor felicidad de los hombres”. Eso decía Bartolo Mitre, refiriéndose a la llegada de las tropas que habían participado de la masacre del pueblo paraguayo en la guerra. Una guerra que él mismo había impulsado. Otro apóstol del librecambismo, Sarmiento, decía coincidente: "La grandeza del Estado está en la pampa pastora, en las producciones del Norte y en el gran sistema de los ríos navegables cuya aorta es el Plata. Por otra parte, los españoles no somos ni industriales ni navegantes y la Europa nos proveerá por largos siglos de sus artefactos a cambio de nuestras materias primas”

Esas palabras de Mitre son un insulto y un deshonor para los soldados argentinos. ¿Combatir bajo la bandera del libre cambio, conducidos por los apóstoles del "libre mercado"? ¿Seguro que esas palabras no se las estaba diciendo Mitre en Londres a los soldados ingleses después de las batallas en las Islas Malvinas? Podría ser.

Javier Milei tal vez se las habría dicho. A los soldados ingleses, quiero decir. Y en Londres, claro. A él que le gusta tanto viajar por todas partes, no se hubiera perdido esa excursión para desparramar unas palabras de encomio a los apóstoles del libre cambio, orgulloso delante de Margaret Thatcher, of course, y viendo emocionado cómo flamea en lo alto the Union Jack, of course again.


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Una versión digital de El medio pelo en la sociedad argentina.

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